Tartamudos

El invento del maligno josé javier esparza

La Fundación Española de Tartamudez ha anunciado que emprenderá acciones judiciales contra Globomedia y Telecinco. ¿Por qué? Porque a su juicio la serie Aída «se mofa cada semana de las personas con discapacidad y en especial de las que tartamudean». El responsable de la mencionada Fundación comparecía en el Congreso y aprovechaba para poner a caldo a Telecinco, porque esta cadena firmó en su día un acuerdo para respetar a las personas con tartamudez. En Aída hay un tartaja, es verdad. Hay también una furcia y un niño marica. Pero a estos dos últimos personajes se los trata con más respeto que al tartaja, que, al fin y al cabo, no tiene contraindicaciones políticamente correctas. La chanza del tartaja es un clásico de la cultura popular, que siempre tiene un toque maligno, como los niños. Basta leer unas cuantas novelas picarescas o esa otra forma de picaresca que es la literatura social. El vulgo se ríe del tartaja, el tuerto, el cojo, el subnormal o el obeso porque rompe la norma, porque se sale del canon, porque es distinto y además lo es «para mal». Por las mismas razones, el cultivado se ríe del gañán, el rico del pobre y el fuerte del débil. Es la naturaleza humana. Hace falta una cierta educación para aprender a respetar al prójimo, para saber mirarle más allá de sus carencias. Entre los cristianos, eso se llama caridad. Aída no es, evidentemente, una serie caritativa, y sus hechuras como narración se acogen deliberadamente a lo más rahez de la cultura popular. Por eso aquí siempre la hemos definido como «tragicomedia suburbana», que es exactamente lo que esta serie pretende ser. La cuestión es si el atenerse a los rasgos canónicos de un género justifica el empleo de recursos que hieren a una parte de la audiencia. No crea usted que lo tengo muy claro: a mí hay muchas historias que me hieren y no por eso pediría su supresión.

Eso sí: si los heridos en Aída fueran la furcia o el monflorito, no le quepa a usted la menor duda de que ya habría intervenido el gobierno para poner orden porra en mano.