Diario de León

El invento del maligno

Número de sensación

Publicado por
Javier Martín Domínguez
León

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Antes de que el digital canibalizase lo analógico, fue este el que se comió al público del espectáculo cuerpo a cuerpo. El cine y sobre todo la televisión aplastaron al circo con una pata más poderosa que la de sus elefantes. Se resistió como pudo, sacando de la chistera lo mejor del vivo y el directo: desde el inigualable humor de sus payasos a los «números de sensación», como llaman en su argot a los más complejos desafíos del aire. Recuerdo ahora que me tope con un curioso Álex de la Iglesia cuando me metí a rodar la historia del Circo Raluy, que conserva sus carromatos de época para pasear la nostalgia del mayor espectáculo del mundo. El padre de los actuales propietarios y ejecutantes cimentó su fama y negocio en toda Europa como «hombre bala» de doble cañón. Un número legendario y peligrosísimo con un largo historial de accidentes. El cañón dispara con mucha fuerza y el cuerpo debe resistir el empuje, la aceleración y hasta el golpe. Me contaba Luis Raluy que su padre «hacía un mortal simple o doble. Un día tuvo dudas si hago uno o dos, y se quedó en medio; calló de nuca y se partió la espina dorsal». Ya no se debía ir tan lejos en la búsqueda de públicos para un espectáculo herido de muerte.

La metáfora de los payasos le ha servido a Álex de la Iglesia para exorcizar sus demonios de la España contemporánea que le ha tocado vivir en su 'Balada triste'. La audacia y el batacazo del patriarca de los Raluy parece profética para adivinar que le iba a pasar al presidente de la Academia. Este sigue siendo un país para meros equilibristas, no para arriesgados creadores de números de sensación. Si hay debate, poner calma; pero sin arriesgar en la función. Es la regla para seguir siendo mediocres y hacer más de lo mismo, sin ganar el futuro que se escapa a otros lares. Nos hemos topado con el dogma de los derechos de autor. Y ni la civilización digital que llama a las puertas convence a sus conservadores propietarios de que el futuro del espectáculo ya no está escondido bajo la carpa. Vuela con riesgo como el hombre bala hacia la globalización.

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