Diario de León

El príncipe del claroscuro

La revista -˜Cahiers du Cinema-™ publica en España un libro que recoge dieciséis entrevistas que Michael Henry Wilson realizó a Clint Eastwood durante 25 años

El director y actor estadounidense Clint Eastwood en una imagen de archivo.

El director y actor estadounidense Clint Eastwood en una imagen de archivo.

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a. garcía de francisco | madrid
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Personaje polémico y carismático a partes iguales, tachado de racista y machista, lo que nadie pone en duda es la calidad de Clint Eastwood como director. Y para demostrarlo, Eastwood on Eastwood , un completo recorrido por su vida y obra a través de 25 años de entrevistas. El crítico y director de documentales Michael Henry Wilson ha recopilado, en un volumen de gran formato publicado por Cahiers du Cinema, dieciséis entrevistas realizadas entre 1984 y 2009 en las que abarca toda su producción como realizador, desde su primera película tras la cámara, Escalofrío en la noche (1971) hasta Invictus (2009).

Treinta largometrajes que reflejan la evolución de Eastwood como cineasta hacia una clásica solidez que hace de cada uno de sus trabajos un ejemplo de buen cine y con una serie de elementos comunes que hacen totalmente reconocibles cada una de sus obras, por las que ha ganado cuatro Óscar.

Uno de los más característicos es la luz, o más concreto, la mezcla de luz y oscuridad, el manejo de la atmósfera lumínica como parte integrante de la historia. Algo que hace a Wilson calificar a Eastwood, de 81 años, como «el príncipe del claroscuro».

Desde las imágenes sofisticadas de Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997) a la luz sugestiva de Los puentes de Madison (1995) pasando por el deslumbrante sol de Un mundo perfecto (1993), Eastwood ha conjugado perfectamente los juegos luminosos con la música, otra de sus obsesiones.

«No estoy interesado en efectos especiales. Quiero hacer historias sobre gente», afirmaba Eastwood durante el rodaje de Sin Perdón (1992), la película que le consagró como realizador. Un filme centrado en la violencia, en su efecto en la víctimas pero también en el responsable, otro de los argumentos repetidos a lo largo de sus películas. «Nuestra sociedad ha llegado a ser increíblemente permisiva con el comportamiento violento; nuestros padres nunca hubieran tolerado lo que nosotros toleramos. Aceptamos la violencia, al menos mientras no nos afecte», señalaba Eastwood, que por eso quiso que en Sin perdón se mostrara los remordimientos del culpable de esa violencia. Un mundo perfecto , su siguiente película también trata de la violencia en un medio rural de clase media americana, de los abusos físicos y sexuales a niños. Porque si algo busca Eastwood en sus películas es mostrar la realidad que nos rodea. Y, exclama con convicción: «¡La vida no es nunca idílica, excepto en las películas de Disney!».

Pero en su filmografía no sólo hay historias duras. También las hay románticas y hasta poéticas, como Los puentes de Madison , una historia que Eastwood recuerda con especial agrado porque, finalmente, pudo trabajar sin sombrero. Y que, pese a la prosa un tanto «florida» del libro original, cautivó a Eastwood porque no era un culebrón. «No había enfermedad incurable (...) sólo el encuentro de dos extraños, un fotógrafo trotamundos y una ama de casa frustrada. Los dos descubren que su vida no está acabada». «Soy un viejo republicano. Pero no soy sectario. Ha habido ocasiones en las que he votado a los Demócratas», afirma sobre sus ideas políticas conservadoras.

En cuanto al racismo, rechaza las acusaciones que pesan sobre él en este sentido y lamenta que este problema siga existiendo. «Estamos aún luchando por la tolerancia racial en la mayoría de las sociedades del mundo (...) Creo que necesitamos alguien con la inteligencia de un Mandela para acabar con ello». Y habla de sus influencias cinematográficas 'Sergio Leone y Don Siegel, principalmente', de su amor por la música, por el cine clásico de Hollywood, de su defensa a ultranza de su independencia profesional y de la labor del destino en su carrera.

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