Diario de León

José Manuel Trabado profesor de la universidad de león

«‘Calvin y Hobbes’ toca temas como el sentido de la vida o el más allá»

La pareja formada por Calvin y Hobbes constituye uno de los iconos del siglo XX. La tira cómica sobre una ácida criatura de seis años y su tigre imaginario, creada por Bill Watterson, es la anécdota con la que José Manuel Trabado aborda la categoría de los ‘Funny animals’ en el congreso ‘La fábula en la Edad Media’ que hoy cierra sus puertas en la Universidad de León.

Trabado es profesor de Literatura en la Universidad de León.

Trabado es profesor de Literatura en la Universidad de León.

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c. fanjul /e. gancedo | león
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—¿A qué cree que se debe el éxito de Calvin y Hobbes?

—Es difícil saber cuál es la fórmula del éxito pero es verdad que estos dos personajes poseen registros tan variados en su personalidad que permiten verlos desde diferentes posiciones. Es una tira de cómic muy ácida en sus reflexiones, pero el hecho de que estén puestas en boca de un niño de 6 años le da un vuelco muy grande, al tiempo que introduce un elemento que sirve para ganarse al público adulto. De otro lado, el carácter imaginativo y el aire de rebeldía que posee el pequeño Calvin frente al mundo de los mayores y su autoridad posee un enorme atractivo para los más jóvenes.

—¿Puede explicar cuál es la relación de los personajes con sus homónimos reales?

—En realidad se trata de una relación muy laxa. Funciona más como un guiño de complicidad con el lector. Los nombres de los personajes funcionan como una referencia intertextual más. Calvin y Hobbes está plagada de ellas: por ejemplo al mundo de la ciencia ficción, a la novela negra, a los cómics de superhéroes, al arte, como son las variadas menciones al cuadro cubista de Desnudo bajando una escalera de Duchamp. Que un niño y un tigre de trapo tomen esas referencias en sus nombres no deja de tener su lado cómico. Por otro lado, los nombres son una pista que se la da al lector para que vea un pequeño programa filosófico en sus conversaciones, que están aderezadas con mucha sal y pimienta.

—¿Qué transfondo filosófico tienen las historias?

—Son muchas las tiras en las que Calvin y Hobbes tocan temas como el sentido de la vida o qué habrá tras la muerte. Tienen un arranque metafísico pero siempre hay un quiebro en el que la vitalidad y el pragmatismo de Calvin le da la vuelta a la tortilla y desinfla ese globo metafísico para llegar a una conclusión muy pedestre y que está muy en sintonía con cierto egoísmo infantil.

—¿Cree que su carácter satírico procede de Esopo?

—No creo que haya que buscar en Esopo una fuente directa. El cómic de por sí podía ser ya muy crítico y tocar temas de cierta enjundia. Recuerdo la viñeta en la que Calvin decía: «Los tebeos no son únicamente fantasías escapistas. Son críticas sociales sofisticadas». Uno de los referentes de Watterson en ese sentido fue Krazy Kat de Herriman, cómic que nació de un gag en el que un ratón tiraba un ladrillo a un gato y que acabó derivando en una obra mayúscula que en sus años finales retrata como nadie la condición humana, la incomunicación, la soledad, todo ello sin dejar de ser un cómic ni ignorar la vertiente humorística. El hecho de que aparezcan animales que hablan posee una larga tradición en el cómic y en la animación. Desde Mickey pasando por el gato Felix, Betty Boop (que al principio era un caniche que se humanizó) llegando hasta el underground y el gato Fritz de Robert Crumb sin dejar a un lado la monumental novela gráfica de Art Spiegelman, Mouse, en la que se relata el genocidio judío. Es el género de los Funny animals que podía estar emparentado con un público infantil pero que tiene realizaciones contemporáneas que buscan un lector adulto. Es verdad que Esopo y el género de la fábula son ya parte del imaginario colectivo y hay cómics como el creado por los Guarnido y Canales, Black Sad, en el que se valen de la animalización de los personajes en un género como es el relato negro que entronca en gran medida con las fábulas. La sátira de Calvin y Hobbes emerge del mundo contemporáneo y las reflexiones sobre las marcas comerciales o la televisión no tienen desperdicio.

—¿Ha encontrado alguna conexión entre los personajes y la literatura contemporánea?

—Los referentes más directos de Watterson están más en el mundo del cómic que en una obra literaria concreta. Obras como Little Nemo de McCay, Krazy Kat de Herriman y, por supuesto, los Peanuts de Schulz son un modelo muy directo junto con Pogo, de Walter Kelly. Es verdad que posee concomitancias con lo que han hecho algunos autores de microrrelatos como son Monterroso o Arreola, que se han valido de manera expresa de la fábula para ahormar sus microrrelatos. Veo en el microrrelato una aproximación más directa al mundo fabulístico que lo toma como modelo para reinterpretarlo desde una óptica contemporánea impregnándolo de una fina y también descarnada ironía. Watterson posee la mediación de los propios cómics. Es verdad que la tira diaria de cuatro viñetas es a su modo un microrrelato visual que busca un gran efecto con una enorme economía de medios: en eso es muy cercano al microrrelato pero pertenecen a tradiciones diferentes que, naturalmente, pueden poseer planteamientos muy cercanos en ciertos temas.

—¿Cómo ha reinventado la fábula Bill Waterson?

—Waterson rehúye la moraleja. En ese sentido sí que estaría muy cercano a autores como Monterroso. A diferencia de Esopo, que plantea un programa de vida basándose en episodios que funcionan como parábolas, Waterson no enseña qué hay que hacer sino que, bajo el prisma de la mirada de un niño de mucho ingenio, gran resolución y marcado sarcasmo, nos dice qué estamos haciendo. Las conclusiones, si es que las hay, son más responsabilidad del lector. No hay un cierre de la historia con la enseñanza que se debe extraer. En todo caso queda en la obra de Watterson un ejemplo insobornable de ética de alguien que se retira en pleno éxito y no permite la utilización mercantilista del merchandising de sus personajes, lo que les convertiría en pura mercancía. Declara que sin haberlo intentado había aprendido mucho sobre las cosas que amaba y que eso había dado sentido a su vida. También, quizá, y ésa es su magia, a la de los lectores que tuvo y a los que aún se encontrarán con el mundo maravilloso de Calvin y Hobbes.

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