Miliki

Crítica de televisión boquerini

Se nos fue Emilio Aragón padre, Miliki, que era de la familia, y la televisión se ha teñido de luto. Era el último de los primitivos ‘payasos de la tele’, Gaby, Fofó y Miliki, iconos de toda una generación, la de los 70, la que pasó del blanco y negro al color, en sentido televisivo pero también vital. Pocos personajes de la televisión han calado tanto y durante tanto tiempo. Canciones como Susanita tiene un ratón o La gallina Turuleca acompañaron la infancia de miles de niños y no tan niños y permanecen en la memoria colectiva de todos. Su Hola don Pepito, hola don José se transformó en los 80 en los macroconciertos pop en estadios de fútbol, en un ‘Hola fondo Norte, hola fondo Sur’ en espera de la aparición en el escenario de los grupos punteros del rock and roll.

Su secreto, ‘sketchs’, canciones y mucha subversión, una fórmula mágica de alegría contagiosa. Y los rostros de los niños presentes en aquella pista de circo montada en los estudios de Televisión Española reflejaban la felicidad en estado puro. Las cadenas deberían aprender que muchas veces en la sencillez, aderezada con mucha verdad, está el éxito.

Por supuesto que detrás de tanta alegría había un trabajo muy duro, incluso muchos años de sufrimiento y de amargura. Emilio Aragón hijo, Milikito, lo contó muy bien en esa película prodigiosa, Pájaros de papel, un homenaje a tantos artistas de circo y variedades en los duros años de posguerra. Fue un hermoso homenaje que un hijo hizo a su padre y a los artistas de su generación. En el desenlace aparecía en propio Emilio Aragón padre dirigiéndose a un auditorio formado por cuantas personas se había encontrado y ayudado en su vida. Es una de esas escenas creadas por el cine en las que resulta imposible reprimir una lágrima. Fue la última vez que se puso ante una cámara. Miliki se ha ido habiendo ayudado a vivir y a ser un poquito más felices a varias generaciones de españoles. No se puede pedir más a la vida.