Diario de León

Altura humana e intelectual sin parangón

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francisco rodríguez llamazaresabad de san isidoro
León

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Mi primera relación con Antonio Viñayo fue como alumno. Don Antonio fue mi profesor de Teología Moral en el Seminario mayor. Corría el año 1964. Posteriormente, siempre tuve una relación cercana y directa. Ahora recuerdo, por ejemplo, mi primer nombramiento diocesano. Fue como ecónomo de la colegiata de Nuestra Señora de Arbas, en Pajares, que estaba anexionada a San Isidoro. Siempre se preocupó por que nuestra relación fuera cercana. Este conocimiento se reforzó a partir de mi presencia en el Instituto Isidoriano, del que Don Antonio era responsable general. Fue allí donde nuestro conocimiento mutuo se afianzó y se hizo cercano. Don Antonio nunca dejó de ser mi profesor, ni yo su alumno y discípulo. Su categoría humana e intelectual no tenía parangón. Ha sido el estudioso más importante de la obra de Santo Martino. A él debemos la recuperación del culto al santo. Además, capital fue su papel en la promoción de la Colegiata. Dedicó su vida a ello a través de una actividad incansable en conferencias, exposiciones y congresos. Antonio Viñayo fue una persona apasionada por la cultura leonesa. Le ponía entusiasmo a todo lo que emprendía.

Ha sido una extraña coincidencia que su muerte coincida con la conmemoración de los 950 años del traslado de las reliquias de San Isidoro a León, pero los caminos de Dios son misteriosos e inexcrutables. Nadie programa su muerte.

Las últimas veces que acudí a visitarle, a la residencia Juan Pablo II, sus fuerzas físicas se habían agotado, pero conservaba intacta su lucidez intelectual. Hasta el final.

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