El vuelo a León del Principito

La ilustradora leonesa Raquel Ordóñez Lanza prepara estos días dos nuevos libros: El primero de ellos, junto al escritor Manuel Cortés, es un cuento para adultos que narran nanas a los niños. Editado por MAR editor, su protagonista, al igual que en el Principito original, es un niño que reflexiona sobre asuntos vivenciales cada noche. «Dado que ese pequeño protagonista nació y vive en León, las referencias a nuestra ciudad son continuas», destaca Raquel. Además, la artista también prepara una obra sobre la Catedral junto a Paz Brasas. «Cuando los niños tengan este libro en sus manos podrán desenvolverse con facilidad y con emoción dentro de un templo gótico, eso sí, acompañados por las bestias de piedra que habitan en sus muros».

Raquel Ordóñez Lanza tiene ya una vasta carrera a sus espaldas. Sus ilustraciones han acompañado distintos libros de cuentos como La Hormiga Pasmina , de Manuel Ferrero, editado por Everest; ¡Ay qué daño!, de varios autores, editado por la Fundación Proyecto Hombre; o Leonoso , de Marcelino Grandmontagne, en un Proyecto de Animación a la Lectura. «Cada imagen que hago representa un trocito de pensamiento que me gustaría compartir con los demás. Y puesto que siempre dicen que «estoy en las nubes», quisiera aprovechar para subir a todas las personas a mi nube de colores y compartir las historias que mis imágenes van contando», sostiene.

Pero una de las características de Raquel es su implicación en la cotidianeidad de la vida, un valor que da sentido a su trabajo como ilustradora. Desde 2003, Raquel dedica gran parte de su tiempo a investigar el poder pedagógico que las Artes Plásticas tienen en la escuela, pero no sólo como vehículo para desarrollar la creatividad en los niños, sino también como medio para que éstos asimilen los conceptos que se dan en otras materias. «Es otra manera de trabajar que busca sorprender a los alumnos y, lo más importante, busca que se sientan capaces, porque cuando alguien piensa que no puede hacer algo, es fácil que no lo consiga jamás», defiende Ordoñez Lanza. La creadora subraya que los niños se descubren escribiendo textos literarios, ingeniando desafíos matemáticos y planteando experimentos a través de las actividades que lleva a cabo en los talleres, y que se basan en las Artes Plásticas, con una mezcla de azar y de magia. «A lo largo de estos once años he tenido muchas ocasiones de comprobar que esta metodología funciona. He visto cómo los alumnos adquirían las competencias que exige el currículo escolar al tiempo que se enriquecían cultural y artísticamente», asegura. Esta tesis es el que ha impulsado a Raquel a compartir sus experiencias con otros docentes, impartiendo cursos y conferencias en los Centros de Formación e Innovación Educativa de la comunidad. Un ejemplo es el un curso desde el pasado 5 de marzo que se vertebra alrededor de la idea de que los profesores son «radiactivos». Este taller, que se sirve de las artes plásticas como herramienta para potenciar las áreas instrumentales se basa en la idea de que el maestro que tiene ideas innovadoras ‘contamina’, porque la ilusión se transmite con facilidad. «También somos radiactivos porque hay quien nos encuentra peligrosos y nos quiere tener lejos, como a las centrales nucleares. Es la eterna lucha contra lo establecido», subraya. Calculadoras hechas con tapones, cartas con las que practicar el cálculo mental, hueveras con pelotas de ping-pong para comprender las fracciones, un aeropuerto con aviones de papel en el que se trabajan las medidas de peso, de longitud, de volumen... La lengua es la pasión de raquel, que basa sus clases en el desarrollo de la lectoescritura y la comprensión lectora con cajas, comecocos de papel, dados, envases, botellas, pinzas, vasos, sobres sorpresa, teatrillos, marionetas con cucharas y todo aquello que ayude a vivenciar su aprendizaje. «Un simple folio en blanco es la mejor herramienta para enseñar. Todo lo que nos rodea es un valioso libro solo hay que mirarlo con ojos de curiosidad».