Diario de León

Generación ‘Bola de Cristal’

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Opinión | mikel labastida

En el debate de Gran Hermano , que ha regresado a Telecinco, han reservado una grada para la generación que se ha criado con el popular ‘reality’, los que eran unos críos cuando empezó hace quince años y ahora apenas superan la mayoría de edad. No quiero caer en la demagogia pero convendrán conmigo en que podemos aceptar Gran Hermano como animal de compañía, pero como escuela de primaria presenta bastantes deficiencias. Hace unos días los concursantes debatían la acepción de ‘austero’ y ‘desinhibido’. Al final determinaron que lo primero significa «algo que está por venir», mientras que lo segundo se aplica a «alguien que está muy ido». María Moliner lleva días revolviéndose a dos metros bajo tierra. No quiero imaginar qué habría pasado si los términos hubiesen sido ‘galvanoplástico’ o ‘polarizantearizante’. Hay días en que escuchas conversaciones en la casa de Guadalix y piensas que en cualquier momento va a aparecer sobreimpreso aquel famoso lema de los ochenta: «si no quieres ser como ellos, lee». Las comparaciones son odiosas pero como escuela televisiva prefiero la que tuvimos los que hemos superado la treintena y que esta semana está de aniversario. Tres décadas hace que se estrenó La bola de cristal , el programa que nos ofrecía quince segundos para imaginar y después advertía: «si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la tele»; el programa que emitía imágenes de Von Karajan dirigiendo la Filarmónica de Berlín y nos retaba con un «¿por qué no lo intentas?»; el programa que animaba a «desaprender a deshacer caso a los mayores». Los de la generación de Gran Hermano tienen frases míticas como «¿quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza» o «pa chulo, chulo mi pirulo», pero los que nos criamos entre faradios, culombios y voltios podríamos contraatacar con «viva el mal, viva el capital» o «¡por Orticón, Saticón y Vidicón! ¡Nadie sabe como detener la inflación!». Pero podríamos encontrar puntos en común. No teman. Seguro que ellos se nos unían si empezamos a cantar: «no estoy hecho para estudiar ni para trabajar, lo que a mí me gusta en realidad es es es, es vagabundear...»

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