Diario de León

CULTURA

La miseria va por dentro

Los teatros Emperador y Trianón y el antiguo cine Abella llevan años sin destino mientras la ruina crece dentro.

Interior del Teatro Emperador que da idea del grado de deterioro que sufre el emblemático edificio.

Interior del Teatro Emperador que da idea del grado de deterioro que sufre el emblemático edificio.

León

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Fueron templos de la cultura y se han ido pique. Lucen su esplendor ajado en pleno centro de la ciudad. Los teatros Emperador y Trianón y el antiguo cine Abella, que durante décadas agitaron la vida cultural de la capital leonesa, son hoy pasto del olvido y la desidia.

«Uno debe arruinar un palacio para hacerlo un objeto de interés», dijo Diderot. Y el Emperador, con su estilo vienés que fascinó a un León que intentaba sobreponerse a los estragos de la guerra civil, lleva camino de cumplir la máxima del filósofo francés. El Ministerio de Vivienda que presidía Carmen Chacón pagó por él 4,5 millones de euros en 2007 para convertirlo en Centro de las Artes Escénicas y de las Músicas Históricas. Hace dos años el Gobierno de Rajoy se vio forzado por el Ayuntamiento a restaurar de urgencia las fachadas, por importe de 250.000 euros. Pero el interior se pudre. A través de la antigua taquilla del teatro se vislumbran las entrañas mugrientas y destartaladas.

Y ello a pesar de que existe un proyecto de reforma, encargado al conocido arquitecto Peridis hace cuatro años, que nunca llegó a cobrarlo. Una rehabilitación «muy respetuosa, porque el teatro es muy bonito, y muy ajustada económicamente», según reconoció a este periódico el arquitecto que preside la Fundación Santa María la Real. Menos de cuatro millones de euros devolverían al Emperador el esplendor que tuvo en 1951, cuando se inauguró.

Al norte de la ciudad, la crisis de los grandes cines dejó otro ‘cadáver’: el Abella; hoy convertido en taller de bicicletas. El Ayuntamiento pagó 727.683,75 euros hace doce años por un local de 983 metros cuadrados «con pocas posibilidades de negocio, porque tiene mucho fondo, poca fachada y una sola salida de emergencia», un auténtico inconveniente, ya que «para un aforo superior a cien personas se exigen dos salidas opuestas», explica el arquitecto municipal.

También el propietario del Trianón lo ha intentado todo, hasta ofrecer sus 2.300 metros cuadrados como sede del futuro Museo de la Semana Santa. Pero el inmueble lleva una década vacío. Diseñado por Javier Sanz en 1946 e inaugurado en 1953 con la proyección de El halcón del desierto, costó 800.000 pesetas de la época. En 1986 dejó de ser cine y funcionó como discoteca. Con el auge de los parques infantiles bajo techo, el Trianón se transformó en Indiana Bill. En 2006 una inmobiliaria lo puso a la venta en Internet por 4,6 millones de euros. Desde entonces, los intentos por reconvertir el teatro en sala de fiestas, hotel, galería comercial, multicines o salón de banquetes han sido rechazados tanto por el Ayuntamiento como por la Comisión Territorial de Patrimonio.

Curiosamente, magos, actores y productores acaban de asociarse para ofrecer una programación familiar e infantil estable en el teatro de los capuchinos, lo que hace suponer que hay público y, por tanto, negocio. Por el contrario, dos grandes teatros y un viejo cine siguen sin encontrar su destino.

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