Diario de León

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«Mi tendencia a la fabulación viene de mi origen leonés»

El escritor Gustavo Martín Garzo regresa a la novela con ‘Donde no estás’.

El escritor Gustavo Martín Garzo.

El escritor Gustavo Martín Garzo.

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pacho rodríguez | león
León

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En Donde no estás, por muchas razones fantástica novela de Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), hay una Tierra de Campos que tiende a lo universal como el infinito del horizonte de sus paisajes. Y personajes que, como afirma el autor, pelean con sus sombras, y que se mezclan entre la vida y la muerte, y el pasado propio y común. Y hay una España, de guerra y de posguerra, que también defiende el autor como algo trascendente, «porque todas las guerras son iguales». Martín Garzo sitúa la acción en Villalba de los Alcores, «que sería mi territorio mítico», por donde circulan personajes que entrelazan sus vidas sin solución de continuidad ni de vida. Aquí ni el tiempo ni la muerte son impedimentos para retratar lugares comunes, que podrían ser cualquier parte del Noroeste y por qué no toda la Península o cualquier lugar. Un realismo mágico, una fabulación que el autor vallisoletano adjudica en su caso a su origen leonés por parte de madre. Por cierto, ese agradecimiento a la tradición leonesa se tradujo ya en un grato recuerdo: «Mi primer premio literario me lo dieron en León. La Caja de Ahorros. Era el premio Emilio Hurtado de cuentos», rememora.

Lo grande de Donde no estás es que hay tanto de complicidad con las historias, que uno puede reconocerlas por vividas o por lo que tienen de universales.

—Aunque la localiza en su tierra, ¿quería abarcar todo ese trayecto vital que es de todos?

—Pienso que la mejor aspiración literaria es que lo particular se transforme en lo universal. Yo en este libro lo intento como en otros. Tal vez, porque como se dice, «compartimos el mismo alma».

—La localización geográfica, aunque trasciende, es de gran conexión leonesa, ¿no?

—Es mi territorio mítico de la infancia. Y yo soy hijo de leonesa. Creo que mi tendencia a la fabulación me viene de León. Y si tienes en cuenta todos esos escritores tan buenos que hay en León, y tan magistrales en ese terreno, creo que he sido muy influenciado por ellos. Antonio Gamoneda, Luis Mateo Díez, José María Merino, Juan Pedro Aparicio, Antonio Pereira... Son muy importantes para mí, además de amigos.

—Pues vayamos a León primero, y a sus recuerdos...

—Mis recuerdos de León son de la capital. Mi madre, Emilia se llamaba, era hija de Luciano Garzo y Herminia Soto. Tenían un hotel cerca de la Catedral. Allí he pasado navidades y veranos. Y tengo familia. Y, de verdad, me siento muy unido a León.

—Pues permítame que le diga que sería usted un gran eslabón para unir Valladolid con León... Que ya sabe usted...

—Pues yo siento León como si fuera mi segunda patria. Me gusta llegar a esta ciudad y saborear sus calles.

—En ‘Donde no estás’, la muerte está presente, de forma que sorprende, pero también tiene algo de historia de todos...

—Ahora le damos la espalda a la muerte. Cuando muere alguien, decimos: venga, rápido. Queremos acabar cuanto antes. Dicho así, en cuanto podemos nos quitamos los muertos de encima. Y no ha sido así siempre. Si vas a una biblioteca y piensas un poco, estás en una reunión de muertos. Que vuelven a vivir para contarte cosas: Faulkner, Cortázar... Están ahí, contándote cosas y revisitándote.

—¿Cree que es mejor no remover las cosas o revisarlas? Me refiero a los muertos de la Guerra Civil, a la memoria histórica.

—Creo que es muy útil preguntarse por lo que ha sucedido. Conocer lo que ha pasado es una obligación.

—También consigue con esta historia de zonas oscuras, de silencios, de tradiciones que sobrepasan lo local, de ese matriarcado, del propio pasado, componer en el lector la necesidad de recomendar un libro porque emociona e implica a muchas generaciones vivas, que se van a entender desde un lado y otro.

—Que el libro tenga esa capacidad de emocionar que dices es un elogio que me gusta. Otra de las aspiraciones literarias creo que tiene que ir por ese camino de que el lector haga suya la historia, incluso que se la apropie. Esa puede ser la gran aspiración de un escritor. En concreto, en Donde no estás se habla de ese lado oculto porque en ese lado oculto es donde están las claves de lo que somos.

—Pero a veces se convierten en zonas que, por ejemplo, en las familias o en la memoria de los países quedan como algo que es mejor no remover... ¿Por qué?

—Porque hay gente que así cree que va a vivir mejor. Pero si no entras, tu vida queda amputada de alguna manera. En realidad, hay gente que no pregunta ni se cuestiona las cosas y que al final vivirá con miedo.

C—uando sitúa su novela en los años 50, para hablar de lo anterior, ¿quería abordar una época que en España tiene tanto todavía por contar? ¿o porque también es su infancia?

—Hay cosas vividas, pero no es autobiografía. Pienso que hablar de todo eso sirve para hablar de todos los lugares y épocas. Hay gente que dice que ya se ha hecho y hablado mucho sobre la guerra. Pero todavía siguen habiendo guerras. Al hablar de una época como esa, posterior a la Guerra Civil o de la misma guerra, se habla de todas. ¿Estamos hartos? No lo sé, porque todas se parecen, y puede ser necesario y útil para aprender. Y porque también, y eso lo hay en la novela, cada uno en la vida encuentra una manera de continuar. Incluso en los momentos más secretos u oscuros, a veces es a partir de esos mismos momentos cuando uno encuentra una forma de sobrevivir.

—La mujer ocupa un lugar muy importante en toda esta historia. ¿Hay que seguir reivindicando?

—Incluso ahora lo sigue teniendo difícil. Y en aquellos tiempos en los que se construía una sociedad de hombres, el matriarcado se imponía. Y en los pueblos había mujeres que mandaban.

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