Diario de León

CULTURA

La guardiana de los códices

La restauradora de origen leonés Ana Jessen salvará ocho valiosos manuscritos de San Isidoro.

Raquel Jaén, directora del Museo de San Isidoro, y la restauradora de libros Ana Jessen, observan uno de los códices de la biblioteca de la colegiata.

Raquel Jaén, directora del Museo de San Isidoro, y la restauradora de libros Ana Jessen, observan uno de los códices de la biblioteca de la colegiata.

León

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Busca libros heridos y a mecenas que estén dispuestos a salvarlos. Su método de trabajo es tan poco convencional que debería crear escuela. Ana Jessen está a punto de restaurar ocho valiosos códices de San Isidoro. Selecciona manuscritos mutilados, elabora un informe de las patologías que sufren y de la futura intervención y consigue financiación. El ‘cliente’ —San Isidoro en este caso— prácticamente no tiene que mover un dedo. No es la primera vez que esta sanadora de libros ‘remienda’ códices de la colegiata. Ya rescató tres joyas bibliográficas hace una década.

«Tengo sangre leonesa y he venido mucho a San Isidoro de pequeña». Pero fue siendo ya restauradora cuando se enamoró definitivamente de la biblioteca de la colegiata. El entonces abad, Antonio Viñayo, le dijo que podía recuperar todos los códices si conseguía el dinero. Y así lo hizo y sigue haciendo.

Será la Fundación BBVA quien sufrague ahora ocho tesoros bibliográficos ‘enfermos’: dos Decretales pertenecientes a los siglos XIII y XIV; Historia de Tobías, del siglo XIII; Meditaciones de San Agustín, del siglo XIII-XIV; Chronicon Mundi, la gran obra que Lucas de Tuy escribió en torno al año 1238; Las 7 Partidas, del siglo XIV, redactado durante el reinado de Alfonso X y considerado el mayor legado de Castilla a la historia del Derecho; Gramática, también perteneciente al siglo XIV; y, finalmente, Aritmética, del siglo XV. Los dos últimos están entre los favoritos de Jessen.

«La verdad es que me encantan todos, porque me gusta mi trabajo». Raquel Jaén, directora del Museo de San Isidoro, tiene el sueño de recomponer algunos incunables, deteriorados por el óxido de la tinta con la que fueron escritos.

Jessen sólo actúa en la encuadernación y en la limpieza de los volúmenes. Pero no toca ni una página ni una miniatura. Esta historiadora del Arte, que trabajó en la Biblioteca Nacional, conoce los secretos de los restauradores de los mejores archivos del mundo, como la Biblioteca Británica o la Biblioteca Nacional de París.

Un trabajo sin horas

Aún no sabe a cuánto ascenderá la factura de los ocho códices leoneses que reparará en su taller madrileño. Los precios oscilan entre los 500 y los 5.000 euros. «Son muchas horas de trabajo y cada libro es un mundo», dice. Calcula que los ocho volúmenes de San Isidoro estarán reparados a finales de octubre.

En 2001 se embarcó en la tarea de restaurar la biblioteca de San Millán de la Cogolla, donde ya ha puesto a salvo más de 300 códices.

La biblioteca de San Isidoro es un auténtico ‘cofre del tesoro’. Guarda obras únicas en el mundo como la Biblia Visigótico Mozárabe —que se restauró hace unos años— o el Codex Biblicus Legionensis, fechado en el año 960; así como 155 códices medievales. «Está bastante bien conservada», asegura Jessen.

En sus estantes, además de misales, breviarios, cantorales y ceremoniales de excepcional valor, hay 800 documentos en pergamino, bulas pontificias, documentos reales, eclesiásticos y particulares, cerca de 300 incunables y 1.055 volúmenes de libros antiguos o raros de los siglos XVI, XVII y XVIII.

Según Jessen, «todos los libros son salvables», por muy deteriorados que estén. «Lo que ocurre es que algunos han perdido contenido porque las tintas oxidan el papel o por hongos... pero se puede rescatar lo que queda». Ella está acostumbrada a lidiar con papeles ‘podridos’ por la humedad o los insectos, encuadernaciones con costuras partidas, lomos desprendidos o pieles rasgadas.

Asegura que en España hay muchos y buenos restauradores, aunque los libros han sido ‘la hermanastra’ del Patrimonio, casi invisibles y menos ‘vistosos’ —desde el punto de vista de los mecenas— que las de obras de arte o los monumentos. «Al Patrimonio bibliográfico se le ha dado poca importancia», pero los grandes coleccionistas de libros han hecho que fundaciones y entidades financieras hayan empezado a apostar también por la restauración de libros.

Reconoce Jessen , que lleva 35 años dedicada a la ‘curación’ de libros, que lo más difícil y en lo que emplea más tiempo es en conseguir financiación. Luego viene el trabajo lento y minucioso de elegir la encuadernación adecuada a la época de cada libro. «Soy partidaria de que se note la restauración». Emplea materiales naturales y cose delicadamente las páginas de los manuscritos con hilo de lino o algodón. También los papeles y cartones que utiliza, así como las colas, son productos tan naturales como las pieles de cerdo, cabra o vaca que ella tinta y envejece para las cubiertas.

Para una bibliófila como Jessen, «que se pierda el libro de papel es una tragedia, aunque lo que existe se va a querer conservar y a mí eso me beneficia».

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