Diario de León

DÍA DE LAS LETRAS LEONESAS

«A los guajes les enseñaré de qué idiotas deben huir»

Pedro García Trapiello es el autor elegido para recibir hoy el homenaje del Maristas Champagnat en la XXX edición del Día de las Letras Leonesas. «Será un reencuentro y una incógnita», augura

Pedro G. Trapiello, escritor y autor de la columna ‘Cornada de lobo’ que cierra este periódico cinco de cada siete días. JESÚS F. SALVADORES

Pedro G. Trapiello, escritor y autor de la columna ‘Cornada de lobo’ que cierra este periódico cinco de cada siete días. JESÚS F. SALVADORES

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emilio gancedo | león

Suele contar Pedro García Trapiello que no nació en ciudad, villa ni pueblo, ni siquiera en pequeña aldea o barriada sino en un apartado caserío a pie de santuario, en vega de pradería, surco y sebe. «Así que puedo decir con toda propiedad que soy ‘de prao’», mantiene, y recuerda que aquel 9 de enero de 1952 nevaba y ventisqueaba, y andaban en casa a la matanza del gocho, de modo que el hoy escritor y columnista del Diario tuvo una nacencia de lo más telúrica y leonesa, entre nieve, leña de roble y el agónico chillido de los cerdos en el banco. Un nacimiento sin duda muy diferente del que tuvo el auditorio que hoy le rinde homenaje, porque García Trapiello es el protagonista del XXX Día de las Letras Leonesas, o sea, la jornada que cada año retrata y biografía a un autor de esta tierra de la mano de los alumnos y profesores del Colegio Maristas Champagnat.

¿Se encontrará Pedro con guajes de otra galaxia, con niños que no anduvieron, como él, a pedradas ni robaron peras ni cazaron pardales? «La galaxia es la misma, pero las estrellas (o fantasías y sueños), en los que ahora vive la infancia sí son muy distintas —responde—. Es la diferencia de estudiar con un solo libro, la enciclopedia Álvarez, o hacerlo con ordenador... es la diferencia entre inventarse juegos por no tener juguetes y de aburrirse de juegos por vivir dentro del escaparate de una juguetería o en una pleisteision».

Infancia perdida

Por medio de declamaciones, de audiovisuales y de representaciones teatrales, los estudiantes glosarán desde las diez de la mañana la vida y la trayectoria periodística, libre e independiente a más no poder, del autor de obras de imposible catalogación como Breve guía para perder el Camino a su paso por León según el cuaderno semicierto de una mujer algo abollada que buscaba un jubileo o Una ciudad de sotas, caballos y reyes.

Para Trapiello, el acto significa «un reencuentro con uno mismo, devuelto a una infancia perdida» pero también una incógnita: «Ver qué han podido entender unos chavales de una forma de escribir en la que propendo a confundir más que a convencer y en la que sobran retóricas y truco literario que permite enmascarar lo que nadie se atreve a decir abiertamente». Eso sí, también les dirá que eso «es lo bueno que proporciona la literatura cuando se enhebra con el periodismo. Hay que ensayar una sinceridad y libertad que la corrección política niega... y afinar el ingenio para no que no corte cuello algún ofendido o el juez».

¿Y qué cree el homenajeado que podrá aprender hoy de los chavales del Maristas Champagnat, y viceversa? «De los niños y jóvenes uno se admira más que aprende, pues no dejan de ser una copia (por lo general corregida y aumentada en lo malo) de lo que los adultos somos y les enseñamos (los niños no obedecen, imitan), pero te recuerdan siempre que la libertad más inocente nace de la ingenuidad infantil, del corazón que aún no tiene los pliegues de la malicia. Y de mí me gustaría que aprendieran dónde están las piedras en las que uno tropezó, dónde están los idiotas de los que hay que huir y dónde los ladrones que nos roban la caja, la fe... y el propio futuro que, en el caso de estos chavales y en gran medida, estará fuera de su tierra como les ocurre a miles de jóvenes leoneses que hoy buscan su pan lejos... eso sí, titulados».

Vocación contagiada

De todos modos, ¿ve posible el autor de El chivo expiatorio —y de una veintena de guías de viaje y títulos divulgativos y naturalistas— que alguno de estos rapaces le eche la culpa en un futuro por haberle lanzado en brazos del oficio de juntaletras?

«Llevo muy mal la culpa de que alguien quiera seguirme o imitarme porque hará suyos mis errores, aunque quizá también averigüen que vivir en la zozobra o en un cierto quijotismo es una manera intensa de vivir, la más noble, supongo». Y preguntado por los nombres de quienes a él le influyeron en ese mismo sentido, responde que hay «lista larga de profesores frailes: físico nuclear uno, arquitecto otro o compositor o escultor... pero siempre empezaría por mi tío el cura, César Trapiello Vélez, que trajo a mi casa su biblioteca y casi nunca le enfadaba que le robáramos sus útiles de dibujo, de lo que era profesor, además de periodista y capellán de la Maternidad... un gran tío».

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