Diario de León

El sabio que bebió del Eria

La lista de obras de Álvaro Huerga abruma. Dominico de Nogarejas, es experto en De las Casas y la mística, promotor de la Teología de la Liberación, autor de la monumental ‘Historia de los alumbrados’... y a sus 93 años sigue impartiendo clase .

Pablo VI, recibiendo en audiencia al padre Álvaro Huerga. DL

Pablo VI, recibiendo en audiencia al padre Álvaro Huerga. DL

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r. blanco/ e. gancedo | león

Pocas veces la palabra sabio encaja de tal idónea manera con la hechura intelectual y la hondura humana del Álvaro Huerga, leonés de Nogarejas, dominico, profesor, investigador y dueño de un saber enciclopédico en torno a temas teológicos, históricos y pedagógicos. Con sólo un título de su ingente cantidad de obras publicadas, Historia de los alumbrados —en cinco tomos— logró el reconocimiento unánime de la comunidad científica del mundo entero. Pero hay más, muchas más.

Nacido en 1923 e hijo de labradores, Huerga recuerda para el Diario sus primeros estudios con Ricardo García Escuredo, su primer maestro en la escuela rural, «que tenía fama de ser republicano y medio ateo, pero era muy cordial con los alumnos. Me tomó mucho cariño». Prosigue el padre Huerga: «En un intento de formación cultural, el maestro creó una biblioteca para el pueblo. Y me nombró bibliotecario».

En Nogarejas, pues, inicia este leonés singular sus primeros pasos hacia la ciencia. Por razones de proximidad ingresa luego en la preceptoría de Rosinos de Vidriales (Zamora), dependiente del seminario de Astorga, y allí se inicia con firmeza en el estudio del latín —lengua clásica de la que acabó siendo experto—, bajo la férula del sacerdote Ángel Saavedra. En 1938 prosigue sus estudios en Mejorada, cerca de Olmedo, ya bajo el amparo de los dominicos. Y de esa estancia, coincidente con el final de la Guerra Civil, recuerda, ante todo, «el hambre». En 1939 pasa al prestigioso colegio de la Orden en Almagro, donde se forma en Filosofía, Teología y lenguas clásicas. En 1947 completa su formación en Salamanca; en 1948 es ordenado sacerdote y un año después se licencia en Teología bajo los auspicios de afamados profesores como Manuel Cuervo, Santiago Ramírez y el biblista Colunga.

Muy pronto el padre Álvaro distingue lo que llama «los lugares teológicos» en su doble distinción de «Teología-ciencia» y «Teología-vivencia», un espacio de la fe lejos del puro cientificismo. Aspecto del que uno de sus promotores fue otro leonés sabio y olvidado, Juan González Arintero (1860-1928). Y así, el estudio y formación escolástica le acercan a otros grandes filósofos europeos: E. Gilson y J. Maritain y, sobre todo, al teólogo R. Garrigou-Lagrange cuando, en 1950, llega al Vaticano para realizar la tesis doctoral y especializarse en Archivística, Diplomática y Paleografía. La tesis será sobre fray Luis de Granada y la dirige Garrigou, discípulo del padre Arintero. Logra el máximo título de Teología: Maestro.

De 1953 a 1960 permanece en España. Primero como regente en el Estudio General de los Dominicos en Granada, donde se dedica a la docencia, al estudio y al apostolado. Muy significativa de ese período es su mediática polémica con la afamada tenista Lilí Álvarez, tras la crítica feroz que le hace a su obra En tierra extraña . La controversia alcanzó tal interés que motivó la edición de La espiritualidad seglar , obra en la que Álvaro fija posturas; también en esos años se une al ambicioso proyecto del exministro franquista de Educación, Sainz Rodríguez, Espirituales españoles , que alcanzó el medio millar de volúmenes del centenar previsto. Colabora en periódicos regionales y nacionales y ejerce el apostolado en el Sacromonte granadino con los gitanos. Tareas que comparte con sus compromisos en el Consejo Superior de Investigaciones Científica (CSIC), por ejemplo en el proyecto señero Historia de la espiritualidad .

En 1960 regresa a Roma para suceder al padre Garrigou-Lagrange, director de la tesis del futuro papa Juan Pablo II sobre San Juan de la Cruz —tesis que Álvaro se encargará de traducirla al español—. Durante ese período publica una biografía sobre Savonarola, se adentra en el estudio de la obra de Las Casas y promueve la Teología de la Liberación; eso sí, tras conocer en profundidad los callampas chilenos, las villas miseria de Argentina, las favelas de Río o los ranchos caraqueños, es decir, a los más menesterosos.

La Fundación Universitaria Española amparó una de sus investigaciones más reconocidas, Historia de los alumbrados (1570-1630), cinco volúmenes y veinticinco de exhaustivo trabajo visitando muy diferentes archivos («no me interesa sólo pergeñar un estudio histórico. Me interesa publicar los edictos, los autos de fe, las sentencias, la correspondencia, los votos de los inquisidores...», dijo en su día).

Al pie del cañón

Pero, además de esa magna obra se encarga de la edición, anotación, traducción y presentación de las Obras completas de fray Luis de Granada, nuestro escritor más prolífico, en 52 tomos. A la vez, publica estudios sobre los místicos, San Juan de la Cruz, San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena, así como sobre Gracián.

Casi toda la bibliografía de Huerga se carga de volúmenes. Por ejemplo, uno de sus últimos proyectos son El Episcopado de Puerto Rico , en nueve tomos, una biografía de Juan Ponce de León, la Historia de la Universidad Católica de Puerto Rico...

Y además de esta intensa tarea investigadora y editora, el padre Álvaro no ha abandonado la docencia. Prosigue, a sus 93 años, impartiendo clases en la universidad puertorriqueña de Ponce, dirigiendo investigaciones y ofreciendo conferencias por países europeos y americanos. Recientemente, su inmensa biblioteca y archivos personales los ha depositado en la cátedra, que lleva su nombre, de la Universidad de Córdoba.

La obra de este fraile leonés es un referente mundial obligado en su especialidad. Su dedicación a la difusión del pensamiento hispano es abrumadora, como también lo es su personalidad cargada de entusiasmo, generosidad, bondad... y, a su edad, aún de «proyectos infinitos».

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