EL LIBRO DE LA SEMANA
Juan Pablo Villalobos: Una pieza de doble fondo
El mexicano Juan Pablo Villalobos ha escrito una extraña y divertida novela, su mejor texto
Ya sabemos desde hace un tiempo que la escritura de Juan Pablo Villalobos(Guadalajara, México, 1973) está atravesada por el humor, verdadera piedra de toque de una literatura que cartografía la modernidad cultural desde la violencia del narcotráfico mexicano. Pero no solo. Su escritura es también muy literaria, a saber, sus personajes leen y comentan libros, estudian literatura y se mueren por ser muy, pero que muy literarios. En esta nuevamente delirante novela Villalobos, con la que obtiene el Premio Herralde de Novela, vira su ojo narrativo hacia la ciudad condal y su barrios. La historia es policiaca pero la novela es metaliteraria, jugando hasta la extenuación con la autoficción y la autobiografía.
"Después de darle muchas vueltas, y hasta de hacer notas y diagramas, llegué a la conclusión de que esta historia es como el relato clásico de la transformación de un héroe, que al fin y al cabo es la esencia de todas las novelas. El héroe que para transformar su futuro debe traicionar su pasado y a los suyos. Donde digo héroe digo pendejo". El héroe que cuenta su propia historia es Juan Pablo, (si quieren confundirlo con el autor están en su derecho) pero las voces que dibujan al héroe son las voces que se intercalan continuamente en la narración. La estructura del texto parece sencilla, pero a medida que nos acercamos al final los hilos confluyen y la complejidad gana terreno.
El diseño de la historia lo conforman varios textos. Está la voz de Juan Pablo que cuenta su propia historia. Esta voz, fundamental para armar la narración, se irá debilitando a medida que avanza la misma, por el efecto que produce la enigmática desaparición del héroe. Está la voz, mejor dicho, la escritura de la madre de Juan Pablo que le escribe cartas intentando mantener el contacto con el hijo que se va a Europa a estudiar un doctorado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada o, como dice uno de los personajes, "literatura acomplejada". Está la voz de la novia de Juan Pablo, Valentina, que escribe un diario casi convertido en novela y que lee con fruición 'Los detectives salvajes' de Roberto Bolaño. Y está la voz del primo de Juan Pablo que le escribe cartas que lee una vez el primo estafador está muerto. No pueden dejar de leer las 10 páginas que llevan por título 'No puedo creer que estoy muerto'. Son impagables: dicción, inteligencia y humor desternillante.
Con un dominio absoluto del ritmo narrativo, con un estilo rapidísimo pero eficaz y con una clara voluntad de convertir su novela en un texto de doble fondo en el que la aparente sencillez no está reñida con dobles lecturas, Villalobos no ha escrito una novela más. Es su mejor texto hasta el momento. La historia quedará en la retina del lector durante tiempo porque "la verdad usa la estructura de la ficción" o porque "la ficción usa la estructura de la verdad".
En pocos libros de ficción el título regresa al lector como cuando se cierra la última página de esta novela. Es difícil explicar la historia y yo tampoco voy a pedirles que me crean porque este texto es, en verdad, extraño. Un libro en el que desaparece el final y donde todo, o casi todo, cobra sentido. ¿Se lo explican? Yo tampoco.