Diario de León

HISTORIA DEL GRAN RELOJERO

El matrimonio no enriqueció al relojero Losada

La aparición del certificado de nupcias demuestra que su esposa no era la viuda de un afamado relojero, sino soltera

Certificado de matrimonio del relojero Losada.

Certificado de matrimonio del relojero Losada.

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A. Domingo | Redacción

Dicen que la suerte es para quien la busca y en asuntos económicos el esfuerzo, la picaresca e incluso contraer matrimonio pueden ser algunas de las fórmulas para conseguir la sonrisa de la fortuna. Así, durante años se ha pensado que a José Rodríguez de Losada, el famosos relojero de la Puerta del Sol y del Big Ben, la riqueza le llegó en su exilio de Londres gracias a su unión con una rica viuda: Ana Hamiltton Sinclair, de 51 años. Es decir, que el vulgarmente conocido como braguetazo le funcionó a este cabreirés que un día abandonó el pastoreo en Cabrera Baja para terminar en Londres por su ideario liberal.

Sin embargo, los familiares de Losada y estudiosos de la vida del relojero Marcelino González López y Francisco Javier Álvarez Prada aportan ahora el certificado de matrimonio que echa por tierra esta teoría, un invento más sobre el leonés, debido —así lo creen— a la necesidad de algunos de completar su biografía a falta de datos ciertos.

El documento, lógicamente en inglés, señala el estado civil del contrayente como bachelor —soltero— y utiliza el término spinster —los diccionarios actuales lo traducen como solterona—. Aunque poco delicado, el término le venía al pelo por su entrada madurez. González López y Álvarez Prada sostienen que la mujer de Losada era su casera. En este contexto habría surgido el enamoramiento. El relojero tampoco era joven cuando, el 18 de agosto de 1938, contrajo matrimonio. Tenía entonces 37 años y ella le sacaba 14. Pero, al margen de estas consideraciones, es imposible, sostiene los investigadores, que «el milagro económico y triunfo» del de Iruela fuera el fruto del «matrimonio con la viuda de un afamado constructor de relojes», como se había señalado hasta ahora. El patrimonio que consiguió, defienden, «fue obra de su tesón y talento».

Además, las indagaciones de González López y Álvarez Prada concluyen que famoso relojero tenía que conocer el oficio antes de salir de España. «Es imposible que sin una formación anterior pudiera estar fabricando relojes» en Londres en el año 1835.

Según cuenta la tradición de la familia, Losada llegó a Ponferrada después de abandonar la casa de su tío en la Cabrera. Allí aprendió el oficio de relojero y donde nació «su gran vocación». Posteriormente, le sitúan en Madrid, donde sus ideas liberales le obligaron a huir siguiendo el camino de Londres, como otros correligionarios, donde encontró el apoyo del Comité de Ayuda a Los Emigrantes.

Razones para el exilio las había y sobradas. Amigos suyos le advirtieron de que su vida corría peligro, ya que la policía le consideraba un «peligros disidente», apuntan sus familiares.

En Londres trabaja en su oficio. Se supone que el inicio fue duro, pues ocupó tres ubicaciones distintas de 1835 a 1847. A partir de este año —entonces llevaba casado nueve—, «se traslada a Regent Street de forma definitiva, siendo este distrito de lo más lujoso y elitista de la City», relatan González López y Álvarez Prada.

En su nuevo local «su fama iba en aumento». Así lo atestigua el marino e historiador Fernández Duro, que escribió que Losada «eclipsó la reputación de los más hábiles fabricantes de Gran Bretaña, donde se pagaban sus relojes y cronómetros  a mayor precio, alcanzando el prestigio de moda», lo que refuerza la tesis de que el origen de su fortuna no fue otro que su buen trabajo. González López y Álvarez Prada apuntalan esta afirmación con el hecho de que constructores ingleses y suizos no dudaron en falsificar sus modelos, hasta el punto que el leonés adiviritió de este fraude en el catálogo de la Exposición Internacional de Londres de 1862. En el texto que recogen sus estudiosos se afirma que los relojes de Losada sólo se venden en Regent Street, donde el público «verá en todos los estados de construcción muchos cientos de relojes de las diferentes clases superiores que construye», y rebate que sus productos puedan adquirirse en otros establecimientos a menor precio.

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