La vienesa Odón Alonso

Toda la potencia de Franz Joseph Haydn (Rohrau, Austria, 1732-Viena, Austria, 1809) se impuso ayer en el Auditorio de León por obra y arte de la Orquesta Sinfónica Ciudad de León Odón Alonso. Destreza y clasicismo, bajo la batuta de Dorel Murgu, fueron las llaves maestras que abrieron el universo musical de un compositor que, junto a Mozart y Beethoven, convirtió sinfonías y cuartetos en formas hegemónicas como un valor duradero que se extendió en el tiempo y los planteamientos de los conciertos de la música clásica.

Hubo dos partes, y la segunda estaba reservada para el Concierto para violonchelo y orquesta nº 2 . Con el joven instrumentista leonés David Martín Gutiérrez como solista. La pieza fue compuesta en 1793 para el violonchelista Anton Kraft miembro de la orquesta del príncipe. Esta integrado por tres movimientos: Allegro moderato, Adagio y Rondó-Allegro. Obra de extrema dificultad, requiere un elevado dominio técnico y musical por parte del solista.

Pero el asunto musical, más vibrante si cabe en estos tiempos inciertos, con toda la lista de prevenciones que se deben tomar en estos casos, comenzó también con un Haydn reconocible y ya completamente eterno. La Sinfonía nº 45, fechada en el año 1772, está estructurada en cuatro movimientos. Un primer allegro con una construcción insólita con una única melodía, al que le sigue un adagio de música contemplativa, con una especie de felicidad grave, nada divertida. Le sigue, un tercer movimiento, menuetto más luminoso que los anteriores en el que se utilizan melodías de la liturgia que recuerda al canto gregoriano.

De esta forma, la Ciudad de León Odón Alonso fue testigo fiel de un Haydn que siempre atrapa con un clasicismo al que dota de una personalidad que lo ha convertido en uno de los autores referentes de una época y que en interpretaciones como la de ayer cobra toda su actualidad.