Diario de León

La madurez de Encabo y un gran toro de Victorino

Reserva de bravura

Luis Miguel Encabo, ayer ante la corrida de Victorino en Las Ventas

Luis Miguel Encabo, ayer ante la corrida de Victorino en Las Ventas

Publicado por
Juan Miguel Núñez - MADRID.
León

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El final torista de la feria dio resultado. El día anterior brindaron un gran espectáculo los toros de Adolfo Martín, y ayer fueron los de su tío Victorino, ambos del mismo encaste. Sin duda que hay una gran reserva de bravura en las ganaderías de la familia Martín. La corrida de Victorino, como la de Adolfo, sin exageraciones en cuanto a kilos, pero con el trapío más que suficiente. Toros serios y con «motor», la mayoría llegaron a la muerte sin abrir la boca. La nobleza fue otra característica en los seis, aunque sin perdonar errores. El toro bravo con todo lo que ello significa. Y enfrente, tres toreros que en mayor o menor medida dieron también bastante de sí, a pesar de que sólo Encabo resolvió en triunfo. Fue con el tercero de la tarde, de nombre «Murciano», que aguantó una larga e intensa lidia (lances de salida, cuatro quites, las carreras correspondientes en banderillas y larga faena de muleta). Encabo no le dudó en ningún momento. Al contrario, «se metió» con él desde el principio. Dos puyazos, más fuerte el primero y empleándose en ambos. Cuatro quites: por chicuelinas a cargo del espada de turno, otro de Esplá por faroles, réplica de Encabo a la verónica por el lado izquierdo, e invitación final a Puerto, que intervino por gaoneras. Bendita y añorada competencia. Muleta en mano, Encabo abrió por el lado izquierdo sin probaturas previas y en los medios. En la segunda tanda por la derecha, se vio ya la importancia que iba a tener aquello: el toro humillado y fiero, detrás del trapo como una exhalación, queriéndoselo comer. El torero aguantó, bajó la mano y lo llevó magníficamente toreado una, dos, tres y de cuatro para adelante en cada serie. Muletazos limpios y muy sentidos. La plaza se venía abajo coreando olés y aplaudiendo a rabiar en los remates. Gran espectáculo de toro y torero. Honores póstumos de vuelta al ruedo para el toro y oreja para el torero, trofeos de los más justos de esta feria. En el sexto, salió Encabo con la misma disposición, mas por culpa del astado no llegó a redondear la tarde. Volvió a lucirse con el capote, en banderillas y en quites, pero no pudo repetir la intensidad de la faena anterior. El hombre le buscó las vueltas al de Victorino, aunque no fue posible. Esplá estuvo muy cerca también de cortar una oreja al que abrió plaza, toro que se revolvía en un palmo y con el que había que andar muy despierto. El alicantino le hizo las cosas con gusto y torería, pero sin profundizar lo suficiente. El garbanzo negro El cuarto, el garbanzo negro del encierro, desarrolló listeza, siempre con la cara arriba y buscando las hombreras. No tenía un pase por el pitón izquierdo, y por el derecho sólo aislados. Esplá, que ni siquiera llegó a tomar «los palos», estuvo digno, lidiándolo y matándolo sin mayores agobios. Puerto mataba por primera vez una de Victorino, gesto que no se le ha ponderado lo suficiente, puesto que podía haber venido a San Isidro sin necesidad de comprometerse tanto. Le tocó el lote menos propicio. La gente tomó partido incomprensiblemente por su primero, un toro que no terminó de «romper» y al que llevó siempre por abajo. Al quinto lo saludó con una larga en el tercio. Manseó el astado en varas y no fue fácil encontrarle el sitio con la muleta. Puerto, que se vino en cierto modo abajo, nada resolvió.

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