Diario de León

El legado cluniacense leonés busca ser Patrimonio Mundial

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La Federación Europea de Sitios Cluniacenses nació en 1994 y cumple tres décadas de vida con un claro objetivo en el horizonte: convertir a este gran itinerario cultural en Patrimonio Mundial de la Unesco. Es el legado de la orden benedictina fundada en torno a una importante abadía de Borgoña en el año 909. Nació con el fin de ser «mucho más que una orden monástica», como asegura el presidente de la Asociación Cluny Ibérica, Fernando Diez Mediavilla. Su propósito era el de transformar el mundo y la estructura de la sociedad.

De aquella época quedan importantes testigos arquitectónicos, musicales, pictóricos o escultóricos. Su huella recorre países como Francia, Italia, Alemania, Inglaterra y España donde la orden cluniacense dejó un imborrable legado especialmente en algunas zonas del territorio como es el caso de Castilla y León. De hecho, solo en la provincia de Palencia, conviven la Iglesia de Santiago y el Monasterio de San Zoilo en Carrión de los Condes, la Iglesia de San Martín en Frómista, el Monasterio de San Salvador en Nogal de las Huertas y la Iglesia de San Pedro y Santa María La Blanca en Villalcázar de Sirga. A todos ellos hay que sumar el Monasterio de San Facundo y San Primitivo de Sahagún en la provincia de León. Juntos se incorporaron a la red internacional de Cluny con el fin de fortalecer y difundir su valor cultural, patrimonial o turístico y ahora, tratan de impulsar su candidatura ante la Unesco para proteger, no solo el patrimonio material de la arquitectura y arte románico asociado a la orden cluniacense, sino también su carácter inmaterial. «Eran los auténticos centros de poder de aquella época».

«Del Monasterio de Sahagún dependían otros muchos templos que estaban a más de 200 kilómetros de distancia. Todos ellos tenía que rendir cuentas al monasterio leonés. Era el epicentro del poder económico, político y religioso». «Hemos recibido un patrimonio inmaterial que es el vivo reflejo de cómo fue el día a día de la sociedad entre los siglos X y XII con tradiciones que perviven a día de hoy como, por ejemplo, el Día de Los Difuntos que se celebra cada 1 de noviembre. Gracias a ellos se ha conservado todo ese saber y se ha ido transmitiendo de generación en generación hasta llegar a nuestros días», añadió Diez Mediavilla. Pese a todo, son conscientes de que se trata de una candidatura «muy compleja» al integrar en total a más de 200 lugares de ocho países de Europa. «Es difícil, pero tenemos la ventaja y la esperanza de poder llegar a buen término». El proceso culminará previsiblemente en el año 2025 y confían en que se convierta en una herramienta para ayudar a su difusión y preservación.

Consideran además, que puede servir como «perfecto escaparate» para demostrar que a los edificios históricos se les puede dotar de un uso alternativo más allá del religioso y evitar así su derrumbamiento. «Es una buena opción, siempre y cuando seamos respetuosos con el legado que ha llegado a nuestras manos y sepamos cuidarlo y trabajarlo».

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