UN TESORO POR EXPONER
La colección ‘perdida’ de Velasco, un leonés de cine
Laia Redondo, hija del dibujante Lolo, posee decenas de obras creadas para el Emperador por el último cartelista de León

Juan Antonio Velasco ante dos carteles suyos de Marilyn Monroe y James Dean.
Espectaculares y efímeros. Así eran los carteles artísticos de Juan Antonio Velasco para los cines de León. Laia Redondo, hija del conocido dibujante Lolo, heredó de su padre una colección inédita hasta ahora. Retratos de decenas de estrellas de Hollywood que hace décadas anunciaban los estrenos de la cartelera sobre el luminoso letrero del Teatro Emperador. Una docena superan los dos metros de largo y tiene varias decenas de menor tamaño, que se exhibían en el pequeño escaparate junto a la taquilla del Emperador. Algunos presentan pequeños daños y roturas. «Me gustaría que alguien me ayudara a restaurarlos», confiesa Laia Redondo, que también pinta, pero no se atreve a tocar estas joyas de una época en la que León llegó a tener más de una decena de cines —Alfageme, Principal, Avenida, Mary, Azul, Crucero, Ventas, Lemy, Condado, Trianón, Pasaje y Abella—.
Los carteles —explica— se expusieron solo una vez en el Musac. Redondo no quiere desprenderse de ellos, porque «tienen un valor sentimental, por la preocupación que tenía mi padre por conservarlos. No me importaría vender alguno para restaurar los demás», dice. Quiere darlos a conocer para que la gente recuerde a Velasco, el último cartelista de León y uno de los últimos de España.
Laia Redondo cree que ayuntamientos o el Instituto Leonés de Cultura (ILC) podrían organizar exposiciones con el legado de Velasco. La suya puede no solo ser la mejor, sino la única colección de carteles Velasco, un artista que no dejó de pintar en cuarenta años, pero que apenas guardó algunas obras. Y es que «hacía unos carteles encima de otros para reutilizar materiales». Los bastidores eran muy caros y solamente usaba dos: el que estaba expuesto y sobre el que trabajaba para la siguiente película.
Nacido en 1932 en Bembibre, Velasco recordaba a la perfección la primera vez que fue al cine. Fue un flechazo, un romance que mantuvo durante toda su vida. Había aprendido el oficio de cartelista en Madrid y en 1968 entró a trabajar en el cine Abella, aunque muy pronto le fichó la Elde (Empresa leonesa de espectáculos), donde diseñaría carteles inolvidables para el Emperador, el cine más lujoso de la capital leonesa hasta su cierre en 2006.
Velasco pintaba detrás de la pantalla, muchas veces durante la proyección de una película, a la luz de una bombilla. Inmortalizó a los grandes de Hollywood, desde Marilyn Monroe a Buster Keaton, Marlene Dietrich, Clark Gable, James Dean, Chaplin, Charlon Heston, Marlon Brando... Su último cartel fue el de la película Alatriste, proyectada poco antes del cierre del Emperador y a cuyo estreno asistió todo el elenco del filme, desde el director, Agustín Díaz Yanes, al protagonista, Viggo Mortensen.
Final de película
En 2009 Velasco fue encontrado muerto en su domicilio después de semanas sin que sus amigos supieran nada de él. Los tres últimos años de su vida, sin trabajo, paro ni pensión, se negó a vivir como un mendigo, pese a que el cierre del Emperador le dejó casi en la indigencia. Era uno de los últimos dandys de la ciudad. Amigos como Lolo o Resty —en cuyo bar tenía ‘barra libre’— acudieron en su ayuda. Un año después de su fallecimiento, recibió un homenaje en forma de libro. Velasco y el Emperador, con textos del crítico de arte del Diario, el desaparecido Marcelino Cuevas, y editado por los abogados Luis Alberto Díaz Suárez y María José del Río. «Velasco nunca se consideró el gran artista que era. Se pasaba horas detrás del escenario pintando y después se iba al cine. Su modestia le impidió tener la relevancia que merecía», afirmó Cuevas.