Diario de León

Eloy de la Iglesia presenta «Los novios búlgaros», película sobre la homosexualidad protagonizada por Guillén Cuervo

Entre la soledad y el amor

Los actores Dritan Diba y Fernando Guillén Cuervo, junto al cineasta Eloy de la Iglesia

Los actores Dritan Diba y Fernando Guillén Cuervo, junto al cineasta Eloy de la Iglesia

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Efe - MADRID.

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Eloy de la Iglesia ha elegido para su regreso a la dirección la novela de Eduardo Mendicutti Los novios búlgaros, en lo que ha sido una adaptación difícil al cine por tratarse de un monólogo interior, que es un relato de soledad y amores homosexuales de corte más realista que naturalista. Los novios búlgaros, que se estrenará el próximo 30 de abril, quiere mostrar «un laberinto de soledad, más allá de la reflexión sobre la homosexualidad y el problema de la emigración que aborda», como se encargó de comentar ayer el cineasta. El esperado regreso de De la Iglesia, cuya última película fue La estanquera de Vallecas se ha producido gracias a la suma de esfuerzos y financiación de cuatro productores, entre ellos el cineasta Pedro Olea, el primero en brindarle ayuda, además de la estrecha colaboración de Fernando Guillén Cuervo, quien además de colaborar en la financiación y protagonizar la película, ha escrito el guión junto a de la Iglesia. Los novios búlgaros está narrada en primera persona por el personaje de Guillén Cuervo, un homosexual de cuarenta años que ve cómo su vida cambia al conocer a un extraño personaje, Kiryl, un búlgaro atractivo, sin papeles y sin escrúpulos del que se enamora y por quien se adentra en una serie de líos que van en aumento, diciéndose a sí mismo que lo hace para ayudarle a salir adelante, cuando en el fondo, está vendido a su pasión. «De la novela de Mendicutti me atrajo el laberinto de soledad de un personaje que va generando fantasmas y va creando peligros para intentar romper esa soledad. Mas allá de la reflexión sobre la homosexualidad o el problema de emigración que narra», explica Eloy de la Iglesia, quien consideró un reto «difícil y fascinante» trasladar ese monólogo al lenguaje cinematográfico. De la Iglesia retrata ese ambiente de forma «realista pero no coloquial, porque esto no es un sainete, es una visión realista de sentimientos y problemas que están muy de actualidad».

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