Diario de León

FERIA DE SAN ISIDRO

Galán salta a la élite del rejoneo

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Barquerito - MADRID.
León

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Puesta de largo de Sergio Galán, que resolvió igual de bien en la dura y en la madura. Puerta grande en ocasión memorable. Salto de categoría. Testigos, un valiente Luis Domecq y un Pablo Hermoso muy en maestro. Y juez, una corrida de Bohórquez que tuvo una segunda parte de nota. La novedad fue que Pablo Hermoso triunfara en el quinto de corrida con dos caballos que nunca habían toreado en las Ventas. Castaños los dos: Mistral, al que Pablo sacó de salida y rescató para clavar una rosa y matar con enorme valentía; y Gayarre, un hijo del gran Neptuno, que tragó lo indecible en dos arreones en banderillas. Muy entregado los dos caballos, muy puestos. De supina elegancia. Dos señores. El tordo Fusilero hizo en banderillas delicias: embroques de riesgo y piruetas en las salidas y recortes a toro entero. Y Pablo, claro, hizo el resto: dejarse vivo el toro, pues sólo clavó un rejón de castigo, y luego aguantarlo, tenerlo. Muy difícil, porque, encastado y venido arriba, el toro embistió en tromba. Todo eso, sin más defensa que la mano en el bocado y las espuelas, era como tapar el humo de un volcán con una manta. O algo así. La gente se puso de pie varias veces. Con la revolución explotada, el rejón de muerte cayo muy bajito. Por eso, sólo una oreja. El primero del lote de Pablo apretó de salida . En los medios el tordo Roncal, puro ajuste, lo dejó parado con dos o tres recortes. Pablo quebró ya con los de castigo y lo acusó el toro, que se puso remiso, llegó a sentarse sin fuerzas y se apagó. Paciente, Hermoso toreó midiendo mucho. Esperó el toro y el tordo Nativo, otro de los nuevos, se abrió. La espada sólo entró al tercer viaje. La faena, de mucho fondo y de torero largo, contó. Contra costumbre en el hierro y el encaste, el primer bohórquez fue toro de más a menos. Trasero, el primer rejón de castigo hizo daño. En banderillas, empezó el toro a enterarse y cortar. Con la torda Peregrina, Luis Domecq cuarteó despegadito en dos certeros hierros de castigo y siguió cuarteando en banderillas. Clavó, con el tordo luso Novillero, tres, y contrarias quedaron las tres farpas; despaciosa la segunda reunión. En un par a dos manos junto a chiqueros el isabelo Lince fue levemente alcanzado. Pero sobre esa misma montura acertó Luis Domecq al primer ataque con el rejón de muerte. El hecho de que el cuarto, que fue bravo, rodara sin puntilla de un rejonazo por el hoyo de las agujas fue decisivo para que cayera la primera oreja de la tarde. Por bravo, pesó mucho el toro, que tuvo listeza y no llegó a descolgar. Crudo, agresivo. Nada fácil. Así que todo lo que se hizo con él fue de mérito. No iguales los logros, pero de riesgo todos. Y buen triunfo de un valiente Luis Domecq. Lo que hizo Sergio Galán fue probar su madurez. Éste era el mayor compromiso de su carrera: un cartel de terna en Madrid y con Pablo Hermoso. Y resolvió. Con el viento de cara, pues el tercero de corrida, mansote, escarbador y parado, no fue toro precisamente propicio. Pero la cuadra de Galán es un lujo -por ejemplo, el albino anglo hispanoárabe Peco que salió en banderillas por delante- y él la supo tener en una faena de arriesgar mucho, de ganarle la cara al toro a huevo. Se valoraron los méritos, pero la estocada cayó trasera y se escapó el trofeo. La apoteosis vino después, con un último toro alegre, dócil, de excelente tranco. Y un Galán ambicioso, seguro y osado, que con el bayo Montoliu en banderillas y el castaño Cervantes en la muerte hizo maravillas. Estirarse, cuartear sin errores, cogerle el aire al son del toro, redondear con precisión, embalar a la gente. Y matarlo por arriba y tirarlo sin puntilla.

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