Acelerar con 86...

COMO LA posibilidad de llegar a viejo siempre existe, lo ocurrido ayer a un jubilado de 86 años en un mercadillo de Santa Mónica le puede pasar a cualquiera. Al parecer, el hombre pisó el acelerador en lugar del freno y el resultado fueron ocho fallecidos y un buen número de heridos. Los informativos recogieron la impactante noticia y de paso anunciaron la apertura del debate en torno a la edad límite para la conducción. Ya se sabe: ocurre una desgracia y entonces todos toman conciencia de que había un problema. A saber en que acabará el asunto, que en el país de Bush son muy así, aunque no se atreverán a medidas drásticas. Seguro... Le puede pasar a cualquiera, edad al margen. Pero lo que sobrecogía de las imágenes era la absoluta sensación de que el anciano (de clase media, pongamos) vivía fuera de la realidad. Pareciera que no se enterase de nada de lo ocurrido. Tranquilamente, y con su bastón, se introdujo en el coche policial y al llegar a la comisaria (o juzgado, hospital o lo que fuese) lucía una aplomada sonrisa que tampoco le impedía estirar un educado brazo en forma de saludo a quien le esperaba. Se acababa de cargar a ocho personas y conmigo no va la fiesta. Por su edad no acabará en el trullo ni en la freidora, pero revuelca el estómago tanta fatalidad de una sola tacada.