Diario de León

García Calvo: «Paso la vida huyendo de la cárcel»

Agustín García Calvo, ensayista y poeta, aunque no quiere que se le encasille en estos términos, impartirá hoy una conferencia en el Musac sobre «Arte, poder, dinero, autor»

León

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A Agustín García Calvo (Zamora, 1926) habitualmente se le considera filósofo, filólogo, poeta, ensayista y dramaturgo. Pero él lo nega. Es enemigo de las etiquetas. Catedrático de Filología Latina en La Universidad de Sevilla, debido a las revueltas estudiantiles de febrero de 1965, en las que García Calvo participó en favor de la democracia, fue expulsado por decisión gubernativa y apartado de la cátedra, junto con los profesores Tierno Galván, Montero Díaz y López Aranguren. Afirma que se pasa la vida huyendo de la cárcel y «la definición es como la cárcel». Odia los premios, aunque ha aceptado -sin recogerlos- el Nacional de Ensayo y el de Literatura Dramática. Hoy dará una conferencia en el Musac bajo el título Arte, poder, dinero, autor. Adelanta que hay mucho que descubrir en las relaciones entre esos términos. -¿Le gusta cómo canta sus letras Amancio Prada? -Estoy muy complacido. También he actuado con él y con Chicho (Sánchez Ferlosio), que falta para el trío -falleció recientemente-. -El director teatral José Luis Gómez ha dicho que su obra de teatro «Baraja del rey don Pedro», es una de las mejores que se han escrito en España en los últimos diez años. -No me quiero colocar a mí ni a Baraja en tramas de la historia de la literatura o del drama. Uno hace lo que puede y, generalmente, en contra de los tiempos. Además, el teatro está en un pésimo momento, como otras artes. -Cuando le concedieron el Premio Nacional de Literatura Dramática y el de Ensayo no fue a recogerlos porque dijo que bastante hacía con aceptarlos. ¿Está en contra de los premios porque no son del todo limpios? -De limpios, nada. Nada que tenga que ver con el dinero es limpio. Los acogí como una excpeción, porque no se presenta uno y porque los jurados son muy amplios, de más de quince personas, y hay posibilidad de que haya alguno honrado. -¿El exilio le marcó irremediablemente? -Lo elegí yo. Fue una huida de la cárcel después del levantamiento de estudiantes que me arrastró consigo. Elegir entre la cárcel o salir del país... y me encontré en París como en mi casa y me costó abandonarlo para volver. -Junto con Antonio Colinas fue usted uno de los firmantes de un manifiesto a favor de la creación del Día Europeo contra la despoblación y las desigualdades territoriales... ¿Zamora y León son dos víctimas? -En general la tierra y las gentes son las víctimas de cualquier forma de Estado que les caiga encima. Lo que nos queda de pueblo vivo, de tierra, está siempre padeciendo el poder. Aunque el poder es aplastante, no puede acabar con esos restos de gente y de tierra. -¿Es filósofo antes que filólogo, poeta o dramaturgo? -No soy nada. Nunca he sido profesor de filosofía, mis pecados con la Universidad se refieren más a la filología. Estoy en contra de la filosofía y de la ciencia, que no las distingo bien, porque son siervas del poder, porque están destinadas a defender la fe en la realidad. -¿Y cómo se define? -No me defino, trato de escurrirme. Paso la vida huyendo de la cárcel. La definición es como la cárcel. Cuanto menos me definas, se agradecerá... -«Arte, poder, dinero, autor», es el título de su conferencia. ¿Lo uno lleva a lo otro indefectiblemente? -Es analizar la realidad con cierta precisión. Hay mucho que descubrir en esas relaciones. Trataré de decir las cosas que la gente corriente siente por lo bajo y no dice. -¿Y qué siente la gente corriente? -Las relaciones muy estrechas que hay entre todos esos términos... También arremeteré contra el figurón del autor.

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