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CARME MOLINERO

Carme Molinero: «La voluntad de hacer una ley de memoria histórica no invalida a la Transición»

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Los avances históricos de los últimos diez años y el debate cívico sobre el pasado reciente ha permitido que los historiadores empiecen a hacer oir su voz para construir una «nueva memoria pública» sobre la guerra civil y el franquismo que «es imprescindible en cualquier sistema democráctico», señaló ayer en Villablino la historiadora catalana Carme Molinero. La profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona subrayó que «la voluntad actual de hacer una ley de memoria histórica no invalida el proceso de la Transición», ya que en aquella época el problema fundamental «era que se consolidara la democracia». «Nadie se planteó esta cuestión como urgente más allá de la ley de amnistía de octubre de 1977» con la que se quiso «anular la legislación franquista y reconocer que la lucha contra el franquismo era justa», precisó. Es a partir de los años 80, dijo la historiadora, cuando no sólo en España sino en todo el mundo se empieza a tener una visión diferente sobre los derechos humanos y políticos. No obstante, la historiadora apuntó la necesidad de «hacer una ley que reconozca y compense moralmente a las víctimas, que las hubo en los dos frentes, flataría más, pero lo que se defendía no tiene el mismo valor ético». Carme Molinero explicó que el franquismo construyó la memoria pública de la guerra civil, con todos los recursos a su alcance, sobre la «idea básica» de que la sublevación del 18 de julio «salvó a la patria del caos de la República». Esa memoria no reconoció, en cambio, que la República fue «una experiencia democrática, la primera del siglo XX», ni incorporó en la represión a las víctimas de la sublevación, mientras «todo el mundo sabía en cada población, la sufrida por el clero». La profesora invitó a superar el vínculo exclusivo entre franquismo y represión y dijo que uno de los retos de la historiografía es hacer ver que «el proyecto franquista era acabar con lo que significaba la democracia, es decir, la libertad y la capacidad de las organizaciones políticas y las fuerzas sociales de luchar por sus ideas». El franquismo, por el contrario, quiso «instaurar una sociedad con un orden marcado por la disciplina, la jerarquía y una única verdad que todo el mundo tenía que aceptar», concluyó.

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