Diario de León

Murió el último tamboritero de la ribera del Órbigo

Falleció en la villa de Hospital Lucas Simón, músico de chifla y tamborín que llevó su alegría y vitalidad por todo León: su legado lo ha sabido recoger el joven Francisco Javier Pozuelo

Lucas, en primer plano, en un Encuentro de Gaiteros de Astorga

Lucas, en primer plano, en un Encuentro de Gaiteros de Astorga

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E. Gancedo - león
León

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Este sábado conocíamos la noticia: Lucas Simón, el último tamboriteiru tradicional que nos quedaba en la ribera del Órbigo, había fallecido. Una enorme pérdida. Pérdida por su vitalidad, por su alegría, por su carácter afable, pero también por el hecho de ser el último músico mayor que, a orillas del Órbigo, aún tocaba chifla y tamborín, el conjunto de instrumentos antaño extendido por toda la provincia, del Bierzo al Esla, y hoy en gravísimo retroceso. Pero ya no es el último. Afortunadamente, el joven músico y luthier Francisco José Pozuelo Alegre, de Villarejo, ha sabido recoger el legado de Lucas como el de muchos otros instrumentistas tradicionales de la región leonesa. Él mismo nos lo cuenta: «Me puso en el camino de chiflar y tocar el tamborín, unos de los instrumentos que utilizaba. Pero tocó también la dulzaina de influencia castellana; el acordeón de teclas, que al final, después de tener un percance y caer al agua, perdía mucho aire; la caja redoblante... Hubiera tocado cualquier instrumento que hubiera cogido, pero algo significativo es que fue el último músico mayor del Órbigo que hizo sonar el dúo de instrumentos más representativo de la música tradicional leonesa». Pero, «¿qué es un músico si no llega y alegra a la gente?», se pregunta Pozuelo. «En eso Lucas tenía un diez. Cuando estabas con él trataba siempre de alejar las penas, todo lo negativo, y nunca podías dejar de tener los dientes a la vista con una sonrisa permanente. Hay gentes y gentes, hay músicos y músicos, y éste era de los de gran corazón, que valía para animar de manera incansable, que no le importaba, como nos sucede a muchos músicos del pueblo, que se rieran de él o con él, porque lo que más le importaba era que todo el mundo lo pasara bien: algo a lo que debería tender, creo yo, todo músico y toda persona». «Critico así -continúa- a los que no comprenden ni respetan este tipo de actitudes tan nobles. Para tener ese comportamiento hay que ser de un material especial, y Lucas era de ese tipo de material. La última vez que lo vi fue hace tres meses. Había ido a visitarlo para ver si me contaba o cantaba algo nuevo (es algo característico de este tipo de gente, que siempre te enseñan algo), y claro que sí, un pasacalles de Los Rulas, otros tamboriteiros tradicionales del Páramo-La Bañeza. Esencias de algo ancestral de nuestro pueblo». «¿Que se llevó p'allá Lucas? ¿Qué dejó? -reflexiona-. A quienes escuchamos a esa gente mayor nos dejó mucho, puede que todo. Para mí, hablar de pérdida es algo relativo, ya que una persona así seguirá en la mente de todos siempre, sin duda; una persona especial como era él no morirá nunca, y si está en algún lugar más que entre nosotros, deseará e intentará que todos sintamos alegría en nuestro paso por aquí». Lucas sigue vivo en todas las canciones e historias transmitidas de forma oral durante generaciones, esas que conectan directamente con la esencia primera de nuestro pueblo. Lucas sigue vivo. Gracias, Lucas.

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