Diario de León

El románico de Ciudadano Kane

Una capilla cisterciense de Guadalajara que compró Hearst por 85.000 dólares acaba de ser reconstruida por los monjes de la localidad californiana de New Clairvaux

Imagen de la capilla cisterciense española ya restaurada

Imagen de la capilla cisterciense española ya restaurada

Publicado por
J. V. Muñoz Lacuña - toledo
León

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La capilla cisterciense de Santa María de Óvila (siglo XIII), de Trillo (Guadalajara), ha comenzado a ser reconstruida piedra a piedra aunque a miles de kilómetros de su original emplazamiento. Unos monjes californianos -también cistercienses- del Valle de Sacramento se han propuesto reedificarla tras hacerse con las piedras calizas de este templo, que formaba parte de un monasterio comprado en 1931 por el multimillonario William Randolph Hearst -inmortalizado por Orson Welles en la obra maestra Ciudadano Kane - al precio de 85.000 dólares. La comunidad cisterciense de la abadía de New Clairvaux que ha recuperado las piedras originales se asentó en la localidad californiana de Viña -sin eñe en su nomenclatura actual- en 1955 tras adquirir 580 acres de tierra. En 1994 consiguieron los sillares de la capilla del monasterio que tras décadas de múltiples avatares acabaron dispersos por parques y museos de San Francisco. «En Vina vivimos de acuerdo con las reglas de nuestra orden: trabajo, rezo y hospitalidad», explica el abad Thomas, líder espiritual de estos monjes que también han recuperado la tradición del rancho de elaborar y comercializar vinos que desapareció hacia 1917. A su proyecto de reconstruir la capilla de Santa María de Óvila con los sillares originales de Guadalajara le han puesto el nombre de Sacred Stones o piedras sagradas. No en vano estos religiosos consideran que la arquitectura, más que la escultura o la pintura, «es el mejor medio para experimentar lo divino» y que la «nueva» Santa María de Ávila «cumplirá los mismos propósitos con que comenzó a ser construida en el siglo XII en España». Ciudadano Kane La historia de este monasterio cisterciense es un ejemplo más de la decadencia y los expolios sufridos por el patrimonio artístico español a lo largo de los últimos siglos. La vida monástica se inició en Óvila en 1186, cinco años después de que el rey castellano Alfonso VII entregara el terreno a los monjes. Entre 1190 y 1220 se construyó este espacio religioso que fue desamortizado en 1836 pasando a manos del Estado. En 1928 lo compró Fernando Beloso Ruiz, un empleado de banca de Madrid que poseía tierras alrededor del monasterio. Pagó 3.000 pesetas al Estado «a cencerros tapados» según denunció tres años más tarde el médico e historiador alcarreño Francisco Layna Serrano cuando se enteró de que William Randolph Hearst estaba interesado en estos restos medievales para adornar una mansión de vacaciones que proyectaba construir. No se impidió la venta Hearst acabó comprando la capilla, el claustro y la iglesia del monasterio a través de un intermediario en 1931, y ordenó trasladarlo piedra a piedra hasta Estados Unidos. De nada sirvieron las cartas que Francisco Layna envió entonces a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y a la Real Academia de la Historia alertando del «expolio» y la «expatriación» de Óvila «en estos días en que la lucha política absorbe la atención de las gentes y llena las columnas de los periódicos». En su misiva al Duque de Alba, por entonces director de la Real Academia de la Historia, el doctor Layna reclamaba su intervención para que «la falta de patriotismo y el asqueroso afán especulativo de las gentes de hoy no sigan mermando nuestro cada vez más mermado patrimonio artístico». El Gobierno de la República reaccionó tímidamente y tarde declarando en junio Monumento Nacional las ruinas de Ávila. Para esa fecha los sillares del monasterio habían sido desmontados y clasificados y se había iniciado su traslado en doce barcos desde Valencia. Cerca de 140 personas trabajaron en esta tarea. Pero las «piedras sagradas» de Ávila corrieron peor suerte al cruzar el océano. Graves problemas económicos obligaron a Hearst a abandonar su megalómana idea de edificar una mansión repleta de patrimonio artístico europeo que tan bien reflejó Orson Welles en su película. En 1941 el magnate vendió los restos del monasterio alcarreño a la ciudad de San Francisco por 25.000 dólares, y las piedras acabaron dispersas en un museo y un parque donde fueron objeto de nuevos expolios y actos de vandalismo. En 1994, lo que quedaba de la capilla fue adquirido por los monjes cistercienses de New Clairvaux, que durante más de diez años han recogido donativos para su reconstrucción. Incluso la Fundación Hearst llegó a donar 100.000 dólares para este proyecto. Ahora, al iniciarse el mes de julio, estos religiosos han comenzado a reconstruir el pórtico de la capilla dentro de una iglesia de nueva fábrica que también ha aprovechado otros sillares de lo que queda del monasterio de Óvila. La comunidad anuncia que los sábados por la mañana organizará visitas guiadas por su rancho.

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