Diario de León

| Reportaje | Las caras de Noriega |

«Yo veía 'Grease' y quería ser Travolta»

El actor santanderino borda un doble papel en «Canciones de amor en Lolita's Club», última película de Vicente Aranda

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Pacho Rodríguez - madrid
León

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Eduardo Noriega (Santander, 1973) es un actor que se toma su trabajo en serio. Esto no es un tópico. En Canciones de amor en Lolita's Club, su última película, que se estrena este fin de semana, le toca el sobreesfuerzo de hacerlo por partida doble. Es Noriega en este filme un dos hermanos extremos que, por diferentes causas, viven con el sufrimiento a cuestas. Sale adelante del reto por dedicación y profesionalidad, porque es meticuloso y se la juega hasta el final como si fuera la última oportunidad. «Le dije a Aranda: me tiro a la piscina, pero tú te tiras conmigo», afirma Noriega, que ese día decidía el sí desde una alta terraza. Si no ha habido piscinazo es gracias al despliegue actoral del santanderino. De la película de Vicente Aranda, Eduardo Noriega se lleva una forma de trabajo que le gustó: «Él lo ve como algo vivo. Se habló de todo y mucho», asegura. Así quedó una historia en la que, como él mismo define, «hay una necesidad de querer y ser querido. Sin el otro estaríamos atrofiados». Y en Canciones de amor en Lolita's Club hay el tormento y la pasión de las vidas no elegidas; con Flora Martínez, como chica de la película, que ya en su personaje tiene que renegar para reafirmarse: «No soy una puta las 24 horas del día», dice en una escena. Noriega y sus personajes viven todo eso. Para crear ese tierno Valentín, discapacitado intelectual, se empapó de la realidad acudiendo a conocer esos centros de día. «Quería que el personaje no fuera una arquetipo exagerado. Primero hice el otro hermano Raúl, y cuando ya me caractericé como Valentín probé a aparecer en el comedor con todo el equipo. No me reconocieron», relata. De todo esto nace la credibilidad de un actor que reconoce que ser guapo no es un factor imprescindible pero ahí está: «En esta profesión, el físico es determinante. A veces, ser guapo te abre puertas. Pero otras, hace que te llamen para que hagas de lo que ya has hecho. Creo que en el cine hay una falta de consciencia teatral», comenta con una impecable capacidad de análisis de todo lo que le rodea. Un guapo del cine Así, Eduardo Noriega es, en definitiva, un guapo de cine pero con contenido. Un actor confirmado por su prebiografía profesional. Que ya antes de saber de su vocación interpretativa se mimetizaba con lo que salía en la pantalla. «Yo veía Grease y quería ser Travolta. Era un mico de 7 años, pero allá iba yo intentando caminar como el personaje». Y vaya que si caminó. Llegó a la Resad (Real Escuela Superior de Arte Dramático) de Madrid, dio con Alejandro Amenábar y todo comenzó. «Rodábamos un corto y nos los tomábamos totalmente en serio», recuerda. Y llegó Historias del Kronen, Tesis, Abre los ojos, Cha, cha, cha, El espinazo del diablo, Lobo, Alatriste. Y pisó EE.UU. Con los Sigourne Weaver o Forest Whitaker, en Vantage Point, o con Ben Kingsley o Woody Harrelson, en Trannssiberian. Pero Eduardo Noriega no mira nacionalidades, sino que cree en el cine sin patrias. Para eso reserva dos debilidades: un rancinguista del Barça, o viceversa.

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