Diario de León

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Vino blanco de León en el Museo Reina Sofía

El fotógrafo leonés Alberto García-Alix deslumbró en la masiva fiesta de presentación de su exposición «De donde no se vuelve», 240 retratos fotográficos y un audiovisual de 40 minutos

Alberto García-Alix junto a su autorretrato en el Reina Sofía

Alberto García-Alix junto a su autorretrato en el Reina Sofía

Publicado por
Pacho Rodríguez - madrid
León

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Parecía que había un concierto de rock en la fiesta presentación de la exposición De donde no se vuelve , de Alberto García-Alix. Cazadoras de cuero, posmodernidad ambiental, moteros, piercing y tatuajes, más de un pelo de colores y mucha gente, en las puertas del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ese era el panorama a las ocho de la tarde. Hasta una chica del equipo del fotógrafo leonés repartía invitaciones desde la calle para que nadie del multitudinario pero selecto club del artista se quedara fuera. García-Alix lo volvió a hacer: la popularización masiva de la cultura, como cuando recibió el Premio Nacional de Fotografía, entra por la puerta grande en los salones de las herméticas élites. Las fotografías, una descomunal muestra de talento y dura sensibilidad, lenguaje y maestría, en la tercera planta. La fiesta, en la primera. Parecía el Rock-Ola (sala mítica madrileña de conciertos y otros menesteres) el Reina Sofía. Los ascensores exteriores del museo, como vuelos chárters de la primera a la tercera planta, llenos de gente que sube y baja para ver la obra y luego saludar a amigos asistentes, algunos de ellos, retratados. Ariadna Gil, Christina Rosenvinge, Jimmy Barnatán, Ambite, Ceeseppe, artista fundamental, José Morán (del FIB), el presentador de lo que ahora sea Estudio Estadio, altos cargos de Radio 3, etc, fueron algunos de los vips que compartían copa con el pueblo llano, llamado para la ocasión y tantas veces retratado por el artífice de la fiesta, Alberto García-Alix. «Claro, Alberto no bajará. Me gustaría darle un abrazo», se comenta, y parece, como luego se demuestra, que no sólo todo el mundo ama a García-Alix sino que muchos lo conocen. Y él a ellos. La fiesta va in crescendo . «A las diez y media esto tiene que estar desalojado», se comentan entre ellos la gente de la organización, seguridad e información del museo. También dicen: «La verdad es que pocas veces ha habido una fiesta con tanto público. Claro, es un artista vivo». Y tanto. Alberto García-Alix es el motor invisible de esta potente y pacífica celebración. Es una fiesta sin pinchos, ni sofisticados ni una triste tortilla de patata. Ni cerveza. Sólo hay cava, refrescos y vino. Y en este último apartado, hace furor entre la concurrencia el Inicio blanco de Bodegas Gordonzello, que entre el cava y el tinto, sin aperitivos, se convierte en la opción más aceptada. Hay que preguntar: Este vino es de Gordoncillo, ¿no? Respuesta de la camarera: «¿Cómo dice? Sí, es un verdejo de la Ribera del Duero». No, no, digo que es de León, como el fotógrafo, como el artista¿ La fiesta sigue in crescendo y la gente fuma en el museo. Los sensores antiincendios no saltan. Los baños ya están tipo pub. Y los de seguridad, un poco mosqueados. Toman decisiones: o se está en la fiesta o en la exposición. Ya no hay libre paso por el edificio Sabatini, que en los jardines tiene cierto ambiente con otros que fuman, pero al lado de las papeleras. Hay conversaciones de artisteo: «¿Sigues con tus proyectos?». Y de todo tipo: «Estás divina». «Yo estoy cansadísimo, no creo que vaya a la fiesta de Alberto». O sea, que hay otra fiesta. «La niña, mañana, la niña, que quiero que este en el cumpleaños». «Vale, se lo digo». Hay buen rollo. Falta Ceesepe Y aparece Alberto García-Alix. Allí mismo. Entre todos, entre la gente. Besa, sonríe, abraza, saluda. Cazadora de cuero y el casco, en el suelo del Reina Sofía. De su bolsillo derecho, él mismo, saca unas tarjetillas que reparte a los que lo saludan. Felicidades por todo esto, Alberto. «Gracias, toma, por si te quieres pasar». Sí, hay otra fiesta. Como no iba a merecer la pena un encuentro que termina con la gente haciéndose fotos en la puerta del museo, con el cartel de la exposición de fondo y, de repente, se oye al grupo en el que está Ambite (mítico bajista de Los Pistones): «¿Estamos todos?». «No, falta Ceeseppe».

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