Diario de León

Clemente inició la remontada que consolidó Caberín

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Clemente sacó y clavó a Víctor Llamazares. Comenzaba un tramo del corro en el que las aficiones tenían especial protagonismo: toda la rivalidad, toda la tensión, enfocada sobre el corro. Si hay un luchador que sepa como encarrilar esas fuerzas entorno al Montaña-Ribera, ese es El Junco.

De un lado gritos en contra, del otro los de ánimo, y Clemente, a su lucha. Rivales al corro, tras cada combate el de Tendal le daba vuelta al corro recuperando fuerzas y los de la Montaña que no estaban dispuestos a permitírselo. Cad nuevo rival salía y le buscaba, le llevaba al centro; de nuevo a los cintos.

Hasta Roberto Rodríguez Bulnes llegaban los nueve combates anotados por Clemente. El décimo le iba a corresponder con Roberto Andrés Moro.

Dos sueltas logró arrancarle al Junco Morín, y tras ellas, caída que tronó en la grada de la Montaña. Ya solo le quedaba a la Ribera su último luchador: Caberín.

Resolutivo Abel con Moro, a caída rápida. Más dificultad le puso al de Valdearcos Alvarito Sánchez, que lograba igualar a media con las sueltas. Pero no falló Caberín.

Se había hablado de alguna posible sorpresa (siempre le dan ánimo especial al Clásico). La sorpresa, penúltimo luchador montañés, Francisco José Escanciano.

Le enseñó la credencial requerida a la mesa, se puso la camiseta blanca de los suyos y le salió al corro a Abel.

Combate de más de cuarto de hora, en el que Che logró dos sueltas a su favor. Parecía posible que quien le dio gallo a La Montaña a comienzos de los años del 2000 lo hiciera también en el inicio de esta segunda década. Pero no estaba Caberín por permitirlo. Se impuso de nuevo Abel.

Y el último de La Montaña, Avelino García, Avelinín.

El Clásico de los corros iba a tener todo lo que le caracteriza, de lo mejor y de lo que a veces es inevitable. Más de cuarenta y cinco minutos para resolver ese combate final.

Aguantaban los dos últimos en pie, tras lograr media por suelta Avelino, que no se vería modificada hasta la resolución final.

Ésta llegó con la caída que le dio a La Ribera el ansiado triunfo, por momentos temido ya inalcanzable, finalmente logrado, con el alborozo de los vencedores, la resignación de los mejores rivales.

Concluyó la lucha, se trasladaron sus gentes al «Moderno» de la Villa, y allí se celebraba la Gala final de temporada, con la entrega de trofeos y reconocimientos. Che Escanciano animaba a tomar el relevo a la dirección federativa que ha venido realizando.

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