El Carnaval de Río de Janeiro

Todavía no he comentado lo que da de sí el que probablemente sea el carnaval más famoso del mundo. Hoy, en medio de la tensión de los cuartos de final del Mundial, es un buen día para hacerlo.

Las seis de la mañana es la hora en que todo empieza en un día normal del Carnaval de Río de Janeiro. Es la hora de levantarse para irse de fiesta. Los vendedores ambulantes ya están en cada esquina ofreciendo cerveza bastante barata para que el ritmo no pare hasta bien entrada la madrugada. El día se avecina largo, divertido y muy loco.

La calle es la triunfadora del carnaval. En la conocida como ciudad maravillosa, el famoso Sambódromo pasa a segundo plano para los cariocas y visitantes, que se vuelcan para disfrutar en las fiestas callejeras, al ritmo de la samba y con la ayuda del descontrol que produce el alcohol.

Calle, mar, alegría, cerveza y sensualidad se mezclan en los diferentes «blocos», comparsas que se organizan por toda la ciudad y que acogen a personas de todas las clases sociales, razas, sexos y orientaciones sexuales.

Un «bloco» es una fiesta con mucha gente, con música en directo o grabada que se escucha muy alta gracias a un camión equipado con altavoces. Casi todos los asistentes van disfrazados y también casi todos aguantan una cerveza en la mano. Hay blocos en todos los barrios y, para organizarse, hay que consultar la programación, que es como una agenda de fiestas callejeras. Los cariocas de verdad saben cuales son los mejores, los más divertidos, los que ofrecen mejor música. Hay que dejarse aconsejar por los expertos.

El mundo mira a Brasil en este 2014 por ser la sede del Mundial de fútbol y por erigirse como un país en crecimiento, al que la crisis económica instalada en Estados Unidos y Europa le está afectando muy poco.

El Carnaval de este año se desarrolló en medio de ese interés mediático global y los cariocas mostraron de nuevo al mundo uno de los elementos que más les enorgullecen: su capacidad de divertirse y de desparramar alegría por todos los lados.