Fútbol ■ Segunda División
El estilo de juego es innegociable...
La Cultural precisaba un cambio de rumbo en cuanto al sistema y en lo referente a los jugadores a utilizar Los intocables Yeray González, Mario Ortiz e Iza Carcelén, los damnificados de De la Barrera.
Rubén de la Barrera había asegurado en varias ocasiones durante la temporada que el estilo de juego de la Cultural era «innegociable» y que, si modificara su manera de jugar, quizá algunos de los actuales futbolistas no podrían estar en el equipo, aunque también matizó con el paso de las jornadas del campeonato de Liga, de acuerdo a los resultados registrados después de cada partido, que eran necesarias «más variantes» porque el equipo se volvió del todo previsible. Los rivales que se enfrentaban a la Cultural ya tenían la lección muy bien aprendida, de acuerdo a su línea de juego desde que comenzó la competición en la presente temporada.
Las palabras del técnico gallego de la Cultural le habían marcado como ‘esclavo’ de la posesión del balón. La afición ya había entrado en el debate de si el toque sí, de si el toque no o de si todo lo contrario. Para cierto sector de la grada el equipo culturalista se había visto muy previsible. Y no les faltaba razón en su visión de como estaba actuando la Cultural en los últimos encuentros disputados y a lo largo de todo el campeonato de Liga.
La verdad es que en los últimos tiempos los equipos ya sabían como jugaba la Cultural y los encuentros se convertían en un encuentro más propio de balonmano que de fútbol. Eso hacía muy previsibles a los integrantes de la Cultural. El conjunto rival con dejar al conjunto leonés mover el balón y defender, lo tenía muy claro: robar la pelota y crear peligro en contragolpes, al pillar siempre a la defensa descolocada y con la sensación de que los jugadores del equipo blanco fallaban más que una escopeta de feria. Y realmente no era así. El sistema llevaba consigo estos desajustes, que caían una y otra vez en el debe de la zaga de la Cultural. Así, algunos hombres han sido señalados constantemente y su culpabilidad ha sido la justa.
El querer entrar hasta la cocina con el balón para marcar goles desesperaba a una afición leonesa que el sábado frente al Reus vio por fin el cambio de sistema. Y lo que es mejor para la Cultural, el «sí se puede» que corea una hinchada que vio a otro equipo sobre el campo, por encima de los cinco nuevos que entraron en el once, da cierto optimismo para soñar con seguir en Segunda División.