Diario de León

En los campos abiertos de León la rabona debería ser asunto exclusivo del galgo

¡Ahí va la liebre!

Pueden encontrarse lances muy bellos y espectaculares en el mundo de la caza: el picado del halcón sobre la paloma, la arrancada de la perdiz a postura en el barcill

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Pedro Vizcay - LEÓN.
León

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La tradición en la caza de la liebre con galgos o lebreles se remonta a la Edad Media, junto con la cetrería. Ya en los grabados de la época aparecen perros de persecución y en las primeras ordenanzas municipales se regula la caza de perdices, liebres y conejos (menor) para el pueblo, ya que la caza mayor, venados, osos y jabalíes, quedaban en exclusividad para los poderosos. Cabe suponer que, en aquella época, tan solo con la ayuda del perro se podría dar alcance a la veloz rabona y que los campos, sembrados mayoritariamente de trigo por el sistema de hojas (barbechos) y salpicados de manchas boscosas de roble y encina, eran el habitat ideal tanto para la rabona como para la perdiz roja. Pero los tiempos cambian y el uso de la pólvora introduce las armas de fuego en el mundo cinegético. Ahora hay algo mucho más veloz que la liebre: los perdigones. La presente campaña está demostrando que, sin ser excepcional, es aceptable en lo que a la liebre se refiere. Las primeras jornadas han permitido ver muy buenas carreras, muchas de las cuales dieron como resultado la captura del veloz roedor. Así por ejemplo en la zona de Pajares de los Oteros y Valencia de Don Juan se ha cazado bastante liebre, aunque menos que el pasado año. En estos primeros días las carreras que culminan con éxito son frecuentes, pero, a medida que avanza la temporada, cada vez hay liebres más valientes. Esto no preocupa en exceso a los verdaderos aficionados, cuyo mayor placer estriba en contemplar una buena carrera. Al fin y al cabo para estos deportistas el segundo placer es la cena de la liebre con judías o patatas en la bodega, y para esto basta con una. Dice el dicho: «Para tí la liebre y para mí las patatas». En algunos acotados del sur de León, donde abundan los cultivos de cereal y barbecho, se lleva a cabo una práctica sumamente beneficiosa para la caza como es reservar un tercio de las hectáreas para los galgos, de tal forma que las escopetas puedan cazar la perdiz pero no disparen sobre las liebres. Se intenta así preservar, al menos en una zona, la liebre para el galgo, sin poner en peligro la supervivencia de la especie, pues el perro tiene infinidad de limitaciones y raramente puede efectuar más de dos carreras. Es esta una vieja reivindicación de los aficionados a los galgos. En campo abierto las rabonas tienen poca defensa contra los perdigones ya que se arrancan muy próximas al cazador y basta con esperar que enderecen su carrera para disparar. El tiro sobre la liebre es considerado fácil y no presenta la emoción ni la dificultad que sobre la perdiz o la paloma al paso. Tal vez la mayor dificultad estribe en saber buscarla con perros adecuados y con paciencia. Por si esto no bastase, la introducción de nuevos regadíos ha ido reduciendo los campos abiertos para que corran los galgos. Cualquier obstáculo cómo canales, cercas, etcétera. pueden suponer que el perro se estrelle en medio de su carrera. Los maizales, girasoles u otros cultivos impiden también la caza pues las liebres se pierden a poco de arrancar. Son estas zonas, junto con el monte, dónde las escopetas deben cazar, preservando los campos abiertos para galgos. Es la opinión de los galgueros. La provincia de León cuenta con muchos aficionados a los perros de persecución y dos asociaciones creadas. El cazador de galgo lleva la afición en la sangre, y ésta le dura hasta que las fuerzas le abandonan, siendo normal ver cuadrillas con componentes de la tercera edad. La Ley de Caza fija en tres el número máximo de galgos sueltos por cuadrilla que pueden emplearse en esta modalidad de caza, de los cuales uno será cachorro, entendiendo como tal aquel cuya edad sea inferior a nueve meses. Un buen perro puede aguantar entre dos y tres carreras, siempre dependiendo de la liebre, pues no son raras los llamados «patacanes» que llegan a reventar a los perros. Esto, junto con los días de niebla y lo corta que es la temporada garantiza la pervivencia de la especie con esta práctica. El auténtico deportista debe, además, permitir que la rabona tome veinte o treinta metros de ventaja para que caliente. Esto lo hacen casi todos los galgueros. Hacerse con un buen galgo no es tarea fácil. Partiendo de buena raza es preciso cuidarlo y entrenarlo durante los dos primeros años, lo que se complica con la prohibición de sacarlo al campo durante la veda. El perro debe alimentarse de forma adecuada y hacer ejercicio diario, solo así estará entrenado para correr las liebres. El robo de galgos es frecuente, y no solamente en la perrera, también en el campo como ha podido suceder en Valencia de Don Juan el pasado fin de semana cuando el cazador Emeterio Martínez fue conminado por tres individuos a entregarle sus dos galgos. El robo no llegó a materializarse por la bravura de los perros.

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