Diario de León

Vinicius y Rodrygo coronan al Madrid

Los jugadores del Real Madrid celebran el título de Copa del Rey, después de derrotar a un gran Osasuna en la final con dos goles del brasileño Rodrygo. JULIO MUNOZ

Los jugadores del Real Madrid celebran el título de Copa del Rey, después de derrotar a un gran Osasuna en la final con dos goles del brasileño Rodrygo. JULIO MUNOZ

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Rodrygo y Vinicius coronaron al Real Madrid en el Estadio de La Cartuja. Un doblete del polifacético atacante brasileño permitió a los blancos levantar la Copa del Rey por vigésima vez en su historia, la primera desde aquella remota conquista nueve años atrás en Mestalla. El conjunto de Carlo Ancelotti tiró de experiencia y jerarquía para adelantarse cuando Osasuna, casi primerizo en citas de semejante enjundia, aún estaba tomándole la medida al convite. Pero la escuadra navarra, ejemplar en la entrega, supo reponerse con bravura. Torró, en la segunda parte, alentó la ilusión infinita de la expedición norteña con un latigazo desde la frontal del área que niveló las fuerzas de dos ejércitos con armas desparejas.

Los de Jagoba Arrasate, creyeron en la machada, empujado por una hinchada volcada en pos del sueño de todo un pueblo. Mas Rodrygo apareció de nuevo para cerrar el círculo y darle a Carlo Ancelotti el único título que le faltaba al italiano en esta su segunda etapa al frente de la nave blanca después de un choque inflamable. Golpeó enseguida el Real Madrid, inmisericorde con el novato. Vinicius retó a Moncayola, alguacil desbordado del brasileño, percutió en el área como una centella y sirvió el balón al espacio por el que incursionaba Rodrygo, que embocó con la izquierda para dar una cornada prematura a Osasuna.

Un duro revés para los rojillos, inexpertos en estas lides frente a un adversario que ha hecho de ellas su razón de ser. Incidió durante la previa Jagoba Arrasate en la necesidad de cegarle los espacios al Real Madrid siendo a la vez intrépidos en ataque. Una fórmula de complicado encaje cuando Vinicius aparece en la ecuación. El ex del Flamengo le amargó el descorche del duelo a Moncayola, ortopédico lateral sin gas ni brida con la que arrestar a un extremo infatigable. El carioca le sacó de quicio con un puñado de carreras.

De menos a más Osasuna

Con todo, los navarros tuvieron el temple suficiente para estirar la cabeza, primero en unos cuantos centros laterales bien controlados por la retaguardia del Real Madrid pese a la pértiga de Budimir y después en una cabalgada de Abde, que tras despanzurrar a un Militao presa de nuevo de los nervios, superó a Courtois con un disparo cruzado pero no a Carvajal, apagafuegos de emergencia.

Vinicius, genio y figura Pudo doblar la renta Alaba con una falta desde la frontal que murió en la madera. También Vinicius, cuya rosca con el interior después de que Militao emergiese de la duermevela se marchó rozando la escuadra. Fue el último chispazo en el primer tiempo de un atacante consumido por su propia mecha. Incapaz de atarle en corto, Osasuna optó por un antídoto casi infalible: picarle para que cayese preso de su carácter indomable. Ancelotti, desesperado, le reconvino sin efecto, hasta el punto de provocar una imagen insólita: que reservas como Lucas Vázquez o Ceballos saltasen del banquillo para meterle en cintura. Pese al incendio, tanto Ancelotti como Arrasate conservaron idéntica leña tras el paso por vestuarios, con Osasuna perimetrando al Real Madrid por vía aérea y los blancos peritando a su adversario a la carrera. Los rojillos, vivos tras un inicio borrascoso, avistaron el anticiclón con un gol de Torró, artillero desde media distancia. Los blancos, de amanecer soleado, entraron en zona de turbulencias.

El cuadro de Arrasate, envalentonado, amalgamó corazón y cabeza. El bloque de Ancelotti, domesticada la bilirrubina de Vinicius, atravesó un tramo sosote. De ese periodo perezoso le sacó Rodrygo, tan eficiente como su compatriota pero mucho más disciplinado. El paulista agarró un balón sin dueño y lo clavó en la red con precisión quirúrgica. Su destreza como asesino silencioso sacó al Real Madrid de un embrollo que nació en el alboroto perenne de Vinicius, ángel y demonio.

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