Diario de León

La rebeldía pasa factura en el dóping

El positivo de Alberto García vuelve a mostrar el azaroso destino de un puñado de atletas que osaron rebelarse contra la dictadura de etíopes y kenianos en pruebas de fondo. El marroquí Brahim Boulami, el belga de origen marroquí Mohamed Mourhi

García, junto a un grupo de africanos, en el Mundial de 10.000 metros

García, junto a un grupo de africanos, en el Mundial de 10.000 metros

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José Antonio Diego - MADRID.
León

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Con independencia de ventajas estructurales como disponer de más fibras musculares resistentes, vivir y entrenarse en la altiplanicie africana proporciona al atleta un «dopaje natural». Su organismo se adapta a trabajar en deuda de oxígeno y cuando compite a baja altura sus músculos tienen una dosis extra de combustible. Para los atletas que persiguen algo más que puestos de honor en grandes competiciones de fondo, la tentación del dopaje sanguíneo se presenta como el único camino para alcanzar títulos y medallas. Los kenianos ganaron fama de imbatibles en fondo y obstáculos hasta que dos marroquíes quebraron con triunfos inesperados la sucesión de victorias kenianas: Mohamed Mourhit, belga de adopción, y Brahim Boulami. Boulami, nacido en Safi (Marruecos) hace 31 años, infligió a la escuela keniana una derrota humillante en el Memorial Van Damme de Bruselas cuando, el 24 de agosto de 2001, acabó con 25 años de hegemonía keniana al batir el récord del mundo con 7:55.28. El récord anterior, del keniano Barmasai, cayó por 44 centésimas el mismo día en que la plusmarca cumplía cuatro años, batido por un hombre que sólo dos semanas antes había terminado décimo en la final de los Mundiales de Edmonton. Pero Boulami fue sometido a un control de eritropoietina (EPO). El marroquí batió incluso su propio récord mundial de 3.000 metros obstáculos con 7:53.17 pero su marca no fue homologada. El control había dado positivo y Boulami cumple ahora dos años de suspensión. El 19 de julio de 2002 trascendió la noticia de que Mohammed Mourhit, plusmarquista de Europa de los 3.000, 5.000 y 10.000 metros, había dado positivo por EPO en un control por sorpresa a que fue sometido catorce días antes, en vísperas de los Mundiales de medio maratón de Bruselas. Mourhit, de 31 años, nacionalizado belga en 1997, había sido subcampeón del mundo de 3.000 metros en pista cubierta en Lisboa 2001 (por delante de Alberto García), y bronce en los mundiales al aire libre de Sevilla en 1999. Su fama, sin embargo, se cimentó en su doble victoria sobre la armada keniana en el Mundial de cross. La Federación belga suspendió a Mourhit por tres años. Ali Saidi-Sief irrumpió con fuerza en 1999 con una marca de 3:30.91 en 1.500. Tenía 20 años. En Sydney 2000, amparado en una formidable marca de 12:50.86 en 5.000 metros, partía como favorito, pero un etíope, Million Wolde, le batió en la final. En los Mundiales de Edmonton 2001, Saidi-Sief debió sucumbir a la tentación de armarse con métodos artificiales porque en el control de dopaje posterior a la final de 5.000 dio positivo por nandrolona. El argelino todavía cumple dos años de suspensión.

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