Diario de León

Solari y Portillo protagonizaron la gran noche festiva de Di Stéfano

El Madrid resolvió sin sus estrellas ante un gris River y envió al museo su Trofeo Bernabéu

Di Stéfano muestra la placa que le fue entregada en el palco

Di Stéfano muestra la placa que le fue entregada en el palco

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Ignacio Tylko - madrid
León

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Un motivadísimo Solari, que como Di Stéfano se formó en la factoría de River antes de crecer en el Real Madrid, y el siempre certero rematador Portillo, protagonizaron desde el césped el homenaje al primer gran galáctico que aterrizó en Chamartín y dieron a los blancos el decimoquinto Trofeo Santiago Bernabéu tras dos años de sequía. El centrocampista argentino, fiel exponente de la llamada clase media merengue, anotó un excepcional gol cuando mejor jugaban sus compatriotas -no quiso festejarlo-, hizo algunos regates meritorios, peleó sin desmayo y estrelló dos balones en la madera, uno con la testa y otro con la zurda. Y el de Aranjuez apareció con su cabeza mágica para sentenciar a los «millonarios» en leyenda pero pobres en su realidad cotidiana. Antes de que llegara el típico carrusel de cambios, el Madrid no pudo doblegar a un ordenado aunque lento River Plate, pero sí dejó algunas conclusiones interesantes. Helguera está recuperado, pero le falta chispa para recuperar la titularidad con plenas garantías. El canterano Núñez es muy aprovechable por la derecha y de momento no funciona como se pensaba la pareja de medios centro integrada por Beckham y Guti. El «spice boy» lo hace todo y eclipsa al madrileño, sin sitio cuando juega atrás. Zidane, que se entiende a las mil maravillas con Beckham, tuvo, como siempre, detalles soberbios. El River resistió al Madrid desde el buen trato al balón, la notable distribución de los espacios y las excelentes apariciones en el centro del campo de Ludueña, quien sin ser un medio punta si es peligroso cuando se acerca al área. En la reanulación, el Madrid se plagó de chavales. Queiroz probó a Borja como organizador, con Jurado, de sólo 17 años, en el lugar de Zidane, y con Pavón en el lateral derecho. El River se animó al ver tanto suplente blanco, se fue arriba y, por momentos, pareció adueñarse del juego. Pero cuando peor estaba el Madrid apareció Solari, se sacó una extraordinaria jugada por la izquierda y rompió el partido de fuerte zurdazo. A partir de ahí, coser y cantar para los canteranos y recital de Portillo, que sentenció de dos grandes testarazos la gran noche de Di Stéfano.

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