«El efecto Urdangarín no se aprovechó por la Federación»

Lo ha ganado todo, excepto el oro con España, y sigue siendo uno de los mejores porteros del mundo. El jueves disputó, en el Mundial de Túnez, su partido 200 con la selección absoluta. -Además de un número redondo, 200 partidos son el símbolo de una vida deportiva larga, intensa y llena de éxitos. -Aparte de los triunfos y las derrotas, lo que más valoro es la gente que he conocido. En realidad, incluso los triunfos son secundarios, porque lo que de verdad me importa es disfrutar de cada partido, cada concentración, cada entrenamiento. Si además viene el éxito, maravilloso. -Supongo que entre los momentos dolorosos está su ausencia en las dos primeras medallas que logró la selección, en 1996, en el Europeo de Sevilla y Ciudad Real, y en Atlanta. -Sí, fue el golpe más duro de mi carrera, aunque me alegré mucho por esas dos medallas. -¿Y los pantalones amarillos? -De pequeño me llamaba la atención la cantidad de porteros que vestían de amarillo. Me enteré de que, según algunos estudios, cuando un jugador está cansado tiende a fijar la vista en aquello que más luz proyecte en sus ojos. -¿Cómo es la guerra psicológica en los penaltis? -Total. Muchas veces, sé que voy a pararlo nada más ver cómo se acerca el lanzador, sus ojos,como anda; sé que le tengo ganado. -Es amigo del Duque de Palma. ¿Se aprovechó bien el «efecto Urdangarín»? -No. Desde la Federación Española no se supo aprovechar el bombazo mediático que supuso aquello. Había mil maneras de que la Federación, la Liga Asobal o cualquiera que tuviera algún interés promoviesen una buena imagen del balonmano, y no se utilizó ninguna. Es cierto que ganamos aficionados entonces que todavía siguen, pero la repercusión fue ínfima en comparación con lo que podía haber sido. -¿Cuáles fueron las claves de la derrota ante Croacia? -Es el campeón olímpico y mundial, contra el que no puedes tener un bajón. Jugamos muy bien los primeros quince minutos, pero ellos tienen gente de calidad suficiente para remontar seis goles. Y, en la segunda parte, acusamos el cansancio del partido de Suecia.