Un Barcelona sin autocrítica

Se despidió el campeón en Anfield, pero en el Barça nadie habla de fracaso. El equipo y el cuerpo técnico se aferra a la Liga y a la Copa, habla de orgullo, de la lucha ofrecida en Liverpool, pero sin autocrítica, a pesar de que del fútbol de la temporada pasada no queda rastro. La eliminatoria se decidió en el Camp Nou. Después de regalar dos tantos a los reds , las posibilidades de los azulgrana eran mínimas, y en Anfield se certificó la eliminación. Fue un dulce adiós, ganando inmerecidamente un partido que los de Rafa Benítez pudieron decidir en el primer tiempo. La eliminación de la Champions es el resultado de un cúmulo de decisiones equivocadas. Cierto que las lesiones de Leo Messi y de Samuel Eto'o han sido un lastre insalvable para Rijkaard, pero también lo ha sido, por ejemplo, la pésima pretemporada del equipo, en la que primaron más criterios económicos que futbolísticos en una plantilla ya muy castigada por el Mundial. En la temporada en la que Ronaldinho bate récords goleadores, el brasileño ejerce más de bombero para situaciones puntuales, que de jugador determinante, de santo y seña del equipo en el campo, un papel que había desempeñado a la perfección hasta la fecha. El día «D», cuando no se podía fallar, el Barça no encontró a sus cracks . Ronaldinho estuvo gris, Messi fue perdiendo fuelle con el paso de los minutos, Eto'o no participó en el juego y Deco no estuvo bien destruyendo ni tampoco en la construcción. Iluminados por la clase de dos futbolistas geniales (Xavi e Iniesta), pero sin físico ante el enorme potencial del rival; Rijkaard tampoco sorprendió a Benítez al articular un agresivo sistema en 3-4-3 que sólo permitió un par de remates a puerta de su equipo en la primera mitad, periodo en el que el Liverpool disparó hasta 10 ocasiones, dos de ellas a los palos. La eliminación es una nueva constatación de que el Barça no está bien. El primer aviso fue durante el verano cuando el equipo perdió con contundencia la Supercopa de Europa a manos del Sevilla (3-0). En el Mundial de clubes, disputado en Japón durante el pasado diciembre, llegó el segundo mazazo. El Internacional de Porto Alegre se llevó la competición (1-0). Desde algunos ámbitos se criticó que Rijkaard no planificara bien el periodo de descanso activo durante el periodo navideño y el equipo no ha acabado de arrancar desde entonces. Además, unas incendiarias declaraciones de Eto'o acabaron por enrarecer el ambiente en el vestuario. A todo ello se le añaden derrotas ante los rivales más cualificados (Chelsea, Real Madrid, Valencia, Sevilla...) y sólo un par de noticias positivas para el barcelonismo en los últimos meses, una victoria ante el Werder Bremen que le sirvió para continuar en Europa y otra en La Romareda que le ha permitido clasificarse para las semifinales de Copa del Rey. Con sólo dos títulos en juego, al Barcelona ya no le queda otra que volcarse en la Liga y en la competición copera, pero mientras tanto se echa en falta algo de autocrítica. Rijkaard apela al orgullo Tras la eliminación en Anfield, Rijkaard apela al orgullo, sin ofrecer soluciones a lo que ocurre desde hace unos cuantos meses. «A partir de ahora tenemos que seguir con este orgullo en el campo porque así, como conjunto, hay más posibilidades de que la suerte te acompañe», dijo tras la eliminación en Liverpool. Pobre recurso para un equipo que iluminó la Europa futbolística en el pasado ejercicio. Deco habla de «decepción» y no admite que caer en Europa sea «un fracaso»; Ronaldinho avisa de que «no hay tiempo para estar tristes»; Xavi admite que «la eliminación costará de digerir» e Iniesta considera que «la situación es difícil».