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El Himalaya se lleva para siempre al navarro Iñaki Ochoa

Muere tras estar cinco días en estado crítico a 7.400 metros. La familia decide que los restos reposen en el Annapurna para no arriesgar más vidas y cumplir los deseos del montañero

El montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza

El montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza

Publicado por
Carlos Calvo - pamplona
León

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Era fuerte como una roca pero no pudo resistir más. Tras permanecer cinco días en estado crítico a 7.400 metros de altitud, en el mítico Annapurna nepalí, el alpinista navarro Iñaki Ochoa de Olza falleció a las nueve menos cuarto de la mañana de ayer viernes. Un grave problema cerebral, un edema pulmonar y unas condiciones extremas, hicieron imposible su recuperación. Todos los esfuerzos por rescatarle resultaron vanos. Esta vez, la montaña le derrotó. Los restos mortales del que ha sido uno de los más destacados exponentes de este deporte nunca regresarán a España. Reposarán para siempre allí, en la décima cumbre más elevada de la tierra y uno de los ochomiles más peligrosos y crueles de Himalaya. Así lo decidió su familia para evitar un riesgo de más vidas humanas, ya que varios montañeros de diferentes nacionalidades participaban en las solidarias tareas de rescate, pero sobre todo para cumplir el expreso deseo de Iñaki, su filosofía de la vida... y de la muerte. «Vivía en la montaña y su vida era esa. Fuera de las cumbres no encontraba su hábitat natural y casi siempre hablaba de su pasión», recordaba, tras conocer el fatal desenlace, Koldo Aldaz, un colega navarro con el que compartía aventuras y experiencias. «Como montañero era magnífico, como persona, muy buena, y como amigo, un tipo entrañable y cercano. Su muerte nos deja hechos polvo», añadía. El rumano inseparable El último proyecto de Iñaki era esta cumbre. El pamplonés intentó hacer cima el pasado lunes, pero a cien metros de coronar decidió renunciar por las congelaciones que sufría en las manos. Él y su compañero de cordada, el rumano Horia Colibasanu, descendieron hasta el campo IV, a 7.400 metros de altitud, con intención de pasar la noche del lunes al martes antes de proseguir el descenso. El ruso Andrei Bolotov continuó en solitario y no se tuvieron noticias de él durante tres días. Apareció el jueves y sufre un edema pulmonar. A los pocos minutos de poder contactar con su familia en Pamplona y explicarle a duras penas lo que ocurría, se desencadenó repentinamente una situación crítica: un grave problema de salud sobrevino al montañero navarro, que quedó semiinconsciente y sufrió vómitos y tos. A partir de entonces y hasta el jueves no se separó de él su amigo rumano. Esperaban con agonía a los equipos de rescate y hallaban enormes dificultades para establecer comunicación por el agotamiento de las baterías de los teléfonos. Se puso en marcha un dispositivo de rescate con el fin de bajar al montañero impedido hasta el campo I, a 5.400 metros, altitud máxima de operación de los helicópteros. Pero las dificultades técnicas eran enormes. Por esa zona, la pared sur tiene un desnivel de 1.300 metros y apenas hay 500 metros de cuerda instalados. Un equipo de seguimiento de la crisis, con la presencia de un médico de la Agencia Navarra de Emergencias, participó desde Pamplona en la coordinación de las tareas de rescate. Este grupo, ubicado en las instalaciones de Diario de Navarra , rotativo que ha patrocinado varias de las expediciones de Ochoa, recibió el jueves con esperanzas las noticias de la llegada de uno de los dos alpinistas suizos que se apresuraron al rescate. Veli Steck realizó una vertiginosa ascensión hasta el campo IV y suministró medicación a Iñaki, que respondió favorablemente y experimentó una leve mejoría. No obstante, la grave lesión cerebral que sufría -un edema cerebral o una trombosis- se complicaba de forma definitiva con un edema pulmonar. La penosa noticia de su fallecimiento llegó a primera hora a Pamplona. Un «icono» Numerosas muestras de condolencia y de solidaridad con la familia se sucedieron por parte de las instituciones. La difusión de la noticia del fallecimiento coincidió con la reanudación de un pleno en el Parlamento de Navarra; allí, el presidente del Gobierno Foral, Miguel Sanz, manifestó que Ochoa de Olza era un «referente» y un «icono» del montañismo, alguien «tremendamente comprometido con el medio ambiente, la montaña, el mundo rural y la internacionalización». Todos los portavoces parlamentarios se unieron al pésame a la familia del alpinista. Se da la circunstancia de que un parlamentario foral, Txentxo Jiménez, coincidió con Ochoa de Olza a principios de mes en el campo base del Annapurna. El parlamentario, de las filas de Nafarroa Bai, muy aficionado a la alta montaña y recién llegado a Pamplona de sus vacaciones, dijo hoy que vio a Ochoa de Olza «pletórico, no solamente de fuerza, también de ilusión; generaba una gran expectación e ilusión entre la muchísima gente que le conocía». Para cuando Jiménez se encontró con el montañero pamplonés, éste ya llevaba varias semanas equipando la vía de ascenso de la cara sur del Annapurna. Iñaki Ochoa ha muerto a punto de cumplir los 41 años. Participó en una treintena de expediciones al Himalaya y había hollado doce de las catorce cumbres que en el planeta superan los 8.000 metros de altitud. El Annapurna iba a ser la número trece. En el último artículo que firmó sobre esta expedición, publicado el 15 de mayo en Diario de Navarra, Ochoa de Olza escribió: «alguien definió con acierto el Annapurna como la personificación geológica de la angustia. Yo añadiría, sin dudarlo, el desamparo y la amarga sensación de ser el último habitante de este planeta». En ese texto enviado desde la falda de la montaña donde encontró la muerte, el himalayista que se sentía tan navarro como nepalí, según sus amigos, escribió sobre una «lucha pacífica» en un «desesperado anhelo por pisar la cima», aunque «jamás a cualquier precio». El Annapurna, su sueño, se lo llevó para siempre.

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