Las capturas de pozos irakís alejan el temor a una crisis del petróleo

Uno de los primeros objetivos de las tropas aliadas era impedir que los yacimientos de petróleo iraquíes sufrieran daños importantes, como sucedió en 1991 cuando el Ejército de Sadam Husein quemó en su huida el 80% de los pozos de Kuwait, lo que provocó una catástrofe medioambiental. Las autoridades de Washington y Londres temían que se repitiera tal situación, pero el alto mando británico desmintió ayer las informaciones que hablaban de numerosos pozos ardiendo y cifró en sólo siete el número de instalaciones petrolíferas quemadas hasta ahora. Según fuentes militares aliadas, a pesar de que Sadam Husein había anunciado por televisión que no destruiría pozo alguno al constituir «la mayor riqueza del país» -es el segundo estado del mundo en reservas de crudo, sólo superado por Arabia Saudí- los miembros de su Ejército habían minado y colocado explosivos en la mayoría de los pozos del sur del país, lo que ha dificultado la toma de control de los mismos. Con la captura del campo Rumaila, uno de los mayores yacimientos de petróleo del mundo, los aliados han solventado buena parte de su primer objetivo, actuación que ha sido muy bien acogida por los mercados, que el viernes cerraron la cotización del barril de crudo por debajo de los 25 dólares, con una rebaja superior al 25% en apenas una semana. Según los expertos, desde el punto de vista energético la guerra «está yendo por el mejor camino posible», por lo que no descartan que incluso se acerque al límite mínimo de 22 dólares fijado por los países exportadores. Ante este panorama, muy distinto de la carestía que anunciaban muchos para el inicio del conflicto, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no descarta un ajuste a la baja de su producción, pese a la ausencia del crudo iraquí en el mercado.