Diario de León

DEMOGRAFÍA

China ya es mayoritariamente urbana, tras 4.000 años de dominio campesino

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EFE

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China, un país eminentemente rural durante sus cuatro milenios de historia, protagoniza un momento de inflexión en 2011, primero en el que sus habitantes de las ciudades superan a los del campo, un gran cambio que tendrá consecuencias sociales, económicas e incluso culturales para el país más poblado del mundo.

Según un estudio de la estatal Academia China de Ciencias publicado esta semana, a finales de este año los urbanitas superarán a los campesinos por primera vez, algo que en el país se ve como "un momento histórico para una civilización tradicionalmente agrícola". "Significará profundos cambios en los estilos de vida, el empleo, el consumo o incluso los valores", destacaron los autores del estudio, encabezados por el sociólogo Li Peilin.

Los investigadores han llegado a esta deducción matemáticamente, tomando las cifras del último censo nacional, realizado en 2010; en ellas se señalaba que un 50,32 por ciento de los chinos vivían en el campo y un 49,68 por ciento en las ciudades, por lo que todavía era un país mayoritariamente rural.

Pero teniendo en cuenta que la urbanización del país crece como media anual entre un 0,8 y un 1 por ciento, se puede calcular que los chinos en las ciudades un año después son entre 674 y 676 millones, y los del campo entre 671 y 672 millones, por lo que los urbanitas, por poco, ganan por primera vez.

Se trata de un momento simbólico en un proceso de urbanización que comenzó hace un siglo, pero muy lentamente: en los años 50 del siglo XX, poco más de 60 millones de chinos vivían en las ciudades frente a los cerca de 500 millones de agricultores.

Por ello el Partido Comunista de Mao Zedong entonces se consideró fundamentalmente campesino, frente a las formaciones proletarias (urbanas) de la URSS y otros países donde triunfó el marxismo.

Mao, de hecho, limitó mucho el éxodo rural pese a sus esfuerzos por industrializar el país, por lo que en realidad la población del campo china no comenzó a decrecer hasta los años 90, mientras que la urbana había iniciado un ritmo acelerado de crecimiento en los primeros 80, con la reforma y apertura de Deng Xiaoping.

La nueva condición que estrena China no es sinónimo de que el país sea ya "próspero" (algunas de las naciones más urbanizadas del mundo son, por ejemplo, las latinoamericanas, muchas también en vías de desarrollo), pero es un paso deseado por Pekín, si bien los expertos reconocen que plantea duros retos al gigante, y recuerdan que el éxodo rural es también un reflejo de problemas sociales.

"Los campesinos han ido a las ciudades porque han perdido muchas tierras, expropiadas por los gobiernos. Si además de perder su modo de vida se encuentran con que no hay trabajo en las urbes, puede aumentar la inestabilidad social, la delincuencia", señala a Efe la socióloga Hou Jin, de la Universidad Pedagógica de Pekín.

Hou destaca que el régimen va a tener que cuidar este éxodo, pero no con limitaciones como se hizo durante décadas (mediante el sistema de registro o "hukou", que dividía a ciudadanos en rurales y urbanos y no les permitía moverse de su lugar de nacimiento), sino con políticas de fomento del empleo e inserción social en las urbes.

Otro experto, del Instituto Chino de Estudios Internacionales, opina que las grandes ciudades chinas ya tienen unas poblaciones tan inmensas (Pekín o Shanghái superan ya los 20 millones de habitantes) que podría no haber mucho más espacio para la inmigración, por lo que hay que redirigir ésta a ciudades de tamaño medio.

La mayoría de los expertos coinciden en que el sistema de "hukou", que aún perdura, debe ser abolido progresivamente, ya que debido a él los inmigrantes rurales en las zonas urbanas son "ciudadanos de segunda" con menos acceso a la educación, la sanidad o la vivienda.

Se calcula que en los últimos 30 años alrededor de 240 millones de chinos dejaron el campo para emigrar a la ciudad: muchos no tienen otra opción que dedicarse a trabajos no especializados y mal remunerados, como la construcción. Además un 60 % de estos inmigrantes viven lejos de sus familias, lo que genera nuevos problemas, como los millones de niños que en el país viven con sus abuelos o tíos.

Pero este proceso también presenta muchas oportunidades para China, según los expertos, y así por ejemplo muchos lo ven como la salvación de la economía nacional a medida que el mercado de sus exportaciones se "agota", por el progresivo encarecimiento de la mano de obra nacional y de la moneda, el yuan.

Más urbanitas impulsarán el consumo interno, en el que Pekín quiere depender cada vez más para asegurar el desarrollo, y también garantizan décadas de bonanza para el mercado inmobiliario (casas para los inmigrantes), y frenan los temores a que éste se derrumbe como ocurrió en EEUU o Europa.

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