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MEDIO SIGLO DE CONFLICTO ARMADO

El fin de la mayor guerrilla latinoamericana

Las FARC y el Gobierno firman la paz el lunes en Cartagena de Indias en una jornada histórica. Tras medio siglo de conflicto, los guerrilleros se preparan para reingresar en la vida civil como movimiento político

Miembros de las FARC durante su última conferencia en Yari, al sur de Colombia.

Publicado por
ABEL GILBERT / BUENOS AIRES
León

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La mayor guerrilla latinoamericana se despidió del teatro de operaciones con música. La conversión de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en grupo político, formalizada en su XX Conferencia, ha tenido este viernes un cierre que años atrás habría desafiado a las mentes más imaginativas. En vez de las consignas que por décadas llamaron a sus integrantes a “vencer o morir”, sobre el escenario estuvo Totó Momposina, la conocidísima cantante de 'Prende la vela' que ha ganado el Grammy Latino con el que “el imperio” premia a los nombres sobresalientes de la industria discográfica. El Cholo Valderrama, Doctor Krápula y Alerta Kamarada fueron otros de los que amenizaron el festival del adiós a las armas. La firma de la paz con el Estado colombiano obliga a las FARC a comenzar a hablar en pasado de su propia existencia. Ser un museo de sí misma, hasta el punto de que, en breve “exguerrilla” se propone convertir el inexpugnable paraje El Diamante donde funcionaba la comandancia en un parque temático dedicado a recordar su propia historia. 

Tras esta última conferencia donde la guerrilla ha ratificado su decisión de abandonar la lucha armada para convertirse en un movimiento político, Cartagena de Indias será escenario el lunes de una jornada histórica donde las FARC y el Gobierno tienen previsto rubricar la paz. 

'Según Guerrilla y población civil. Trayectoria de las FARC 1949-2013', el voluminoso estudio del Centro Nacional de la Memoria, la insurgencia se ha considerado heredera de las luchas agrarias de los años treinta del siglo XX y de la ola de violencia de los años cincuenta. De ahí que, en sus comienzos, se definieran como un grupo político-militar de autodefensa. Su origen campesino hizo que desde las ciudades se la percibiera como expresión del viejo país rural si se la compara con otras guerrillas que surgieron en el país en el contexto de la Guerra Fría. 

UNA VIDA EN CUATRO CAPÍTULOS

Los especialistas reconocen cuatro momentos en la vida de las FARC. El primero, desde su nacimiento y hasta 1978, la muestra como un actor marginal pero con legitimidad social. Entre 1978 y 1991 interviene con mayor vehemencia en el conflicto armado. Luego crea la Unión Patriótica (UP) para buscar una salida pacífica al enfrentamiento pero la mayoría de sus dirigentes son asesinados.

El tercer período (1991-2008) es el más paradójico, en cierto sentido. Como señala el citado estudio, las FARC dieron su salto cuantitativo cuando menos se esperaba: tras la caída del Muro de Berlín. “Se fue aproximando -inicialmente de manera vergonzante y luego abiertamente- a los circuitos de las drogas ilícitas, al intercambio con bandas criminales, y al uso de mecanismos de corrupción característicos del clientelismo atávico para obtener fondos”, expone el estudio.

CONATOS DE NEGOCIACIÓN

En dos oportunidades -durante los Gobiernos de Belisario Betancur, primero, y luego con el presidente Andrés Pastrana-, las FARC se sentaron a negociar. La enseñanza que dejaron esas experiencias en muchos colombianos es que solo trataron de ganar tiempo para profundizar una expansión técnica, financiera y finalmente territorial. 

Lo que creció a la par fue el aparato estatal y, con el apoyo de EEUU, Colombia fue escenario de una guerra diferente, con mayores efectos sobre la población civil. La política de Seguridad Democrática de Álvaro Uribe le asestó a las FARC golpes durísimos. 

El último período, del 2008 al presente, es el que llevó a la solución negociada del conflicto. La sociedad tuvo que superar prejuicios y desconfianzas frente a una guerrilla que había hecho del secuestro uno de sus instrumentos, había regado el suelo con minas antipersonales, reclutado adolescentes y tenía más de un desencuentro con los pueblos originarios.

Solo el presidente Juan Manuel Santos, uno de los ejecutores de la política contrainsurgente más dura y eficaz, tenía en Colombia la legitimidad para alcanzar el acuerdo. Entre otras cosas lo ha guiado el sentido común: el país no podía seguir gastando casi un 4% de su PIB en defensa a costa de la educación, la salud y las infraestructuras. 

En adelante, las FARC deberán encontrar su lugar por la fuerza de los votos y no de los fusiles. Saben que no tienen garantías de éxito. Tampoco les quedaba otro camino. Se mantienen por ahora en actividad otros grupos: el ELN y los paramilitares reciclados. Pero la desactivación de las FARC ofrece un horizonte hasta hace poco insospechado para que el lenguaje de las balas enmudezca de manera definitiva.