Diario de León

Los chalecos amarillos seguirán la lucha hasta ser escuchados

Los Campos Elíseos, la plaza de la Ópera y la de Bastilla volvieron a ser epicentro de las protestas.

Imagen de una de las manifestaciones con las Tullerías al fondo. ETIENNE LAURENT

Imagen de una de las manifestaciones con las Tullerías al fondo. ETIENNE LAURENT

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marta garde | parís

Los «chalecos amarillos» tomaron ayer de nuevo París con la voluntad de mantener las protestas hasta que sus reivindicaciones sean escuchadas, a pesar de que este sábado, el quinto consecutivo, su movimiento registró una caída notable en la cifra de participantes. «Seguimos por nosotros y por el futuro de las próximas generaciones», resume a Efe Jérôme Jumeaux, llegado del departamento de Seine et Marne, en las afueras de la capital, y descontento con los anuncios del lunes del presidente, Emmanuel Macron, en favor del poder adquisitivo.

Los Campos Elíseos, la plaza de la Ópera y la de Bastilla volvieron a ser epicentro de las protestas parisinas, ante las que el Ejecutivo desplegó un amplio dispositivo de seguridad, con unos 8.000 agentes en París y unos 69.000 en toda Francia.

Menos fuerza

La pérdida de fuerza de la manifestación se reflejó tanto en el número de participantes, unos 1.000 a media mañana en la capital, menos de la mitad que hace una semana, como en la de detenidos, que según la Prefectura de Policía se situó a esa hora en unos 60, frente a los cerca de 500 de siete días antes. «Hay menos gente porque cada vez se mete más miedo, pero el movimiento no se va a desinflar. Estamos demasiado en la miseria», señala en la plaza de la Ópera Sylvie Peigné, de 58 años y trabajadora en la empresa ferroviaria pública SNCF. Lemas como «Macron, dimisión» o «Macron, lárgate» volvieron a acompañar la protesta, aunque no todos los «chalecos amarillos» la comparten. «Un nuevo gobierno, de extrema derecha o de extrema izquierda, sería peor», estima Peigné, llegada desde la periferia parisina.

El presidente anunció el lunes un alza de cien euros mensuales del salario mínimo, la anulación del alza de las cotizaciones para las pensiones inferiores a los 2.000 euros, la exención de impuestos y de cotizaciones para las horas extra y la petición a las empresas de una prima voluntaria de «fin de año». «Migajas», denuncian los manifestantes, una de cuyas principales demandas es la instauración de un referéndum de iniciativa ciudadana. «Exijamos el derecho de votar nosotros mismos nuestras leyes para que sean más justas y estén basadas en la voluntad del pueblo», se lee en uno de los panfletos que reparten, junto a otros que subrayan que «quien siembra miseria cosecha cólera».

Tras varias convocatorias con altercados y daños al mobiliario urbano, la jornada de hoy, en la que se volvieron a cerrar algunos comercios, museos y monumentos por precaución, no registró disturbios destacables en sus primeras horas. «No tenemos nada que ver con los violentos», recalca Arnaud, de 57 años, que sin embargo considera que sin las perturbaciones de las últimas semanas el Ejecutivo no habría reaccionado.

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