EN CLAVE EUROPEA
Voto europeo en clave nacional
La UE queda eclipsada por la política estatal y los comicios se convierten en un test de apoyo o censura a los gobiernos. La abstención es el mayor peligro para Europa ante la prevista fragmentación de la Eurocámara y el alza ultraderechista
Las elecciones al Parlamento Europeo, iniciadas el 23 de mayo y que concluirán este domingo, se realizarán en clave nacional. A pesar de que el voto decidirá la orientación de las políticas que se adoptarán en la Unión Europea (UE) en los próximos cinco años y la elección del presidente de la Comisión Europea, la mayoría de los que irán a votar será para respaldar al partido o partidos de la coalición gobernante en su país o para expresar su rechazo a ese gobierno nacional con un voto de protesta a favor de las fuerzas de la oposición. Esta tendencia estará aún más reforzada en los estados donde coinciden los comicios con elecciones nacionales, regionales, locales o referéndums, como es el caso de Bélgica, España y Rumanía. La UE, que es crucial para la vida cotidiana de los europeos, queda eclipsada por el debate político nacional.
Las elecciones europeas se convierten así en un test sobre el respaldo popular de los respectivos gobiernos nacionales y las expectativas de la oposición. En Francia, supondrán un referéndum informal sobre la gestión del presidente Emmanuel Macron, mientras que en España se plantean como una revalida de las elecciones legislativas de abril. En Alemania, examinarán la fortaleza de los democristianos (CDU/CSU) bajo el nuevo liderazgo de Annegret Kramp-Karrenbauer y el nivel de hundimiento de los socialdemócratas (SPD), que podrían ser superados por los Verdes. En Italia, indicarán si se cumplen las expectativas del líder ultraderechista, Matteo Salvini, de convertir La Liga en el primer partido del país. Y, en el Reino Unido, mostrarán la profundidad del malestar ciudadano con el Partido Conservador por la desastrosa gestión del 'brexit' por parte la dimitida primera ministra, Theresa May.
ELEVADA ABSTENCIÓN
Este test nacional resulta muy sesgado por la tradicional elevada abstención cuando no coinciden con alguna elección nacional. La participación bajó a un récord mínimo en el 2014, cuando solo el 42,6% de los europeos acudió a las urnas. La participación en las elecciones europeas es muy baja en Europa Oriental, limitándose hace cinco años al 13% en Eslovaquia, al 18,2% en la República Checa y al 23,8% en Polonia. Pero tampoco fue muy alta en Europa Occidental: 37,2% en Holanda, 42,4% en Francia, 43,8% en España y 48,1% en Alemania.
La baja participación sobredimensiona los escaños de los partidos de extrema derecha, porque capitalizan con más efectividad el malestar social y se aprovechan de la crisis de los socialdemócratas y la fragmentación de la izquierda. Esto se ve reforzado aún más en Francia y Gran Bretaña, debido a que las elecciones europeas se realizan por sistema proporcional, mientras que las nacionales son por sistema mayoritario. Por ello, el éxito electoral que pueda obtener la ultraderechista Agrupación Nacional de Marine Le Pen en los comicios europeos queda diluido en los nacionales.
La mayor atomización del nuevo Parlamento Europeo y el previsto aumento de los euroescépticos va a dificultar más que en el pasado la suma de mayorías para nombrar al presidente de la Comisión Europea o para aprobar la legislación comunitaria. Por ello, el voto de los ciudadanos en esta ocasión es más crucial que nunca, porque cada voto contará. Frente al abstencionista que argumenta que todos los partidos son iguales, el historiador Yuval Noah Harari recuerda que "algunos partidos políticos son peores que otros".
LISTAS TRANSNACIONALES
En los últimos años, Macron y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, han propuesto infructuosamente introducir listas electorales transnacionales para contribuir a crear un espacio político común europeo y superar las dinámicas políticas exclusivamente nacionales en estas elecciones. Pero, el Parlamento Europeo rechazó en febrero del 2018 una primera aplicación testimonial de esa posibilidad en el 2019, con el argumento de que alejaría aún más al votante.
En realidad, partidos como los democristianos alemanes (CDU) no quieren compartir cartel electoral con representantes del autoritario primer ministro húngaro, Viktor Orbán, o del mancillado exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi porque dañaría su imagen y perjudicaría su expectativa de voto, aunque acepten que los partidos que ambos dirigen estén en el Partido Popular Europeo (PPE). Los socialdemócratas occidentales tampoco quieren compartir cartel electoral con los desprestigiados socialdemócratas rumanos, que pretenden amparar a los corruptos, o los socialdemócratas eslovacos, salpicados por la corrupción y hostiles a la prensa. También parece difícil que Macron acepte compartir cartel con el primer ministro checo, Andrej Babis, implicado en un fraude de fondos de la UE, aunque ambos pertenezcan al grupo liberal.