Diario de León

ENTREVISTA EN EXCLUSIVA

«El que no encuentra la felicidad con poco, no la encuentra con nada»

JOSÉ MÚJICA / EXPRESIDENTE DE URUGUAY (2010-2015)

Publicado por
MANUEL FÉLIX | PAYSANDÚ
León

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José 'Pepe' Mújica es una de esas personas que, al hablar hoy con él, dan paz porque su vida ha sido una guerra. Sólo un dato esclarecedor: Estuvo 12 años de la dictadura cívico militar viviendo torturado en un pozo. Fue rehén del régimen y si la guerrilla golpeaba, su destino era la muerte, junto con otros presos. Pidió un orinal para sus necesidades y cuando fue liberado, salió con el orinal en la mano convertido en un macetero lleno de flores. La película recién estrenada, “La noche de 12 años”, recrea con Ricardo Darín y el español Antonio de la Torre aquellos años del plomo.

Al que fuera guerrillero tupamaro, con heridas de seis balas en su cuerpo y que llegó a ser el 40 presidente de la República Oriental del Uruguay, ministro de Agricultura y actual senador, lo localizo a sus 84 años en el norte del país, en Paysandú.

Viajé el día anterior desde la capital Montevideo para verle en su chacra (finca agraria con casa), en el Rincón del Cerro, donde vive y cultiva flores con su esposa Lucía. Pateé los 400 metros de camino de tierra que dan acceso a su casa, pero María Inés Pérez, la directora del centro agrario donado por Mújica para formación de menores, y la discreta guardia que custodia el lugar lleno de charcos, me dicen que Mújica está de gira electoral por el norte, por Salto y Paysandú.

Me subo a un autobús y tras 400 kilómetros de monótonos paisajes planos, con lomas muy suaves, de colores pastel verdizos, brumas suaves y campos llenos de vacas y ovejas, logro hablar con “Pepe”, después de contactar con el Turco (su chófer), su asistente Martín Pitteta y la presidenta de la Cámara de Representantes de Uruguay (algo así como la presidenta del Congreso español), Cecilia Bottino, la primera mujer con tan alta distinción política.

Estoy charlando con Bottino cuando me abordar el Turco y me pide que le siga. Me lleva por un pasillo con paredes de bloques y al final, al doblar la esquina, sentado en una silla de plástico blanco, en una estacia de lo más parca, estaba esperándome Pepe Mújica. El Turco se va y nos deja solos para charlar.

Mújica está serio, lleva una boina estilo vasco en la cabeza, tiene cara de cansado, ojos pequeñines que se vuelven vivarachos cuando explica algo que le gusta. Su sonrisa encandila y cuando mueve las manos, señala con el dedo y utiliza la candencia de la palabra, el tiempo parece detenerse por momentos. Sabe perfectamente cómo atraer la atención.

—Con 84 años peleando, ¿aún tiene ganas del jaleos con esta nueva campaña electoral?

—Bueno, este, es una forma de vida y, a la altura de la vida en la que estoy, mi lucha actual se sintetiza en tratar de ayudar a las nuevas generaciones, nuevos compañeros que vayan tomando las riendas, para seguir en la lucha.

—En Europa toca la fibra de la gente, porque habla muy clarito y se le entiende ¿Hay que seguir en la lucha, es necesario?

—Verá, el sentido de la lucha es inherente al ser humano y tiene que ver con la construcción paulatina de escalones en la civilización. Nunca vamos a tocar un mundo perfecto, sin problemas, con todo resuelto. Eso no es quimérico, es ucrónico. Lo que nos cabe es tratar de mejorar un poco las circunstancias e intentar dejarle un haber a favor de los que van a venir. Así fue desde los que descubrieron el fuego hasta los que están trabajando en la biología molecular. La civilización, aunque no nos demos cuenta, es la solidaridad intergeneracional. Es la mayor herencia que recibimos cuando nacemos, con todos los problemas y las limitaciones que puede tener.

—En Europa, usted tiene un gran predicamento e infinidad de seguidores. Pero una vez me dijeron que usted era algo así como una especie de márketin político y quería verle sobre el terreno para desmentirlo o confirmarlo...

—No, no. No conocen mi vida. Es una opción deliberada de forma de vivir, que no significa ningún sacrificio. El verdadero sacrificio que hace la pobre gente, nunca conforme con el entorno material que tiene, imagina toda su libertad de vida pagando cuota, con la idea de que eso es felicidad o más progreso. Son los pobres desgraciados adelantados de nuestra época, funcionales a la acumulación. El que no encuentra la felicidad con poco, no la encuentra con nada.

-Pepe, yo vengo de una zona minera, de carbón, del Bierzo, de las cuencas de León. Los burócratas de Bruselas cerraron las minas y también ayudó a un puñado de políticos pusilánimes, que no supieron defender el tema. Como político influyente, ¿usted permitiría el cierre?

—Bueno, probablemente no haya más remedio que cerrarlas. El problema es que yo no puedo dejar a la gente sin trabajo, que eso es una cosa distinta. El tema es que la gente tenga solvencia para ganarse la vida. Esa es la cuestión.

—¡Esos burócratas, esos políticos, no le han dado alternativa!

—Claro, cerrar pronto por contaminación es fácil decirlo, pero hay que dar alternativa a la gente. Y esas cosas hay que pensarlas, Si no es de, pues bueno, el que venga detrás que arree.

—Siempre están hablando de la cuota de emisiones, que deben ser controladas, pero Marruecos está abriendo centrales térmicas. ¿Usted cree en ese ecologismo, en el cambio climático que algunos aún ponen en duda?

—Yo creo que el fondo del problema ecológico que existe es consecuencia de la importancia política. El no tener capacidad mundial de enfrentar los intereses que hay que afrontar, para tomar medidas de carácter global. Eso no lo arregla ningún país. No es la ecología lo que está fallando, lo que está fallando es la política. El ser humano ha desatado una civilización que ahora no la puede gobernar. La civilización, en cada mando de intereses, dominan al ser humano.

—¿Qué le parece e nuevo panorama político que se dibuja en España con Pedro Sánchez y las divisiones o e voto fraccionado en la izquierda y en la derecha?

—Como no estoy allá, es complicado. La único que puedo reflexionar es alguna cosa de la historia. Las derechas se juntas por intereses y las izquierdas se dividen por ideas ¡Vaya contradicción! Porque las izquierdas quieren tener definiciones y acordar hasta el juicio final, y eso es imposible. La derecha, son más pragmáticos, razona con el bolsillo.

—¿De dónde le viene esa fuerza espiritual que derrocha?, ¿De aquellos 12 años que tuvo que pasar en un pozo, donde poco más te podían quitar?

—Pero me enseñaron, justamente. El hombre aprende más del dolor que de la bonanza. La bonanza nos suele pavonear. Nos hace engreídos. El dolor, si no nos destruye, nos enseña mucho. Ese es el peligro que nos puede destruir. Pero siempre nos deja. Gran parte de mi forma de ver el mundo se lo debo a esos años que pasé tirado en un calabozo. ¿Por qué? Pues porque me ennoviaron con la sencillez, con la sobriedad. Tuve que vivir casi sin nada. Estuve 7 años sin libros. Y entonces, me di cuenta que los seres humanos nos construimos un mundo de tragedia y de demanda. ¡Qué pueril! Me fui haciendo en el tiempo una especie de neoestoico en el sentido de vivir liviano de equipaje y con el máximo de tiempo para gastarlo en las cosas que a mi me importan. Esa es mi libertad. La sobriedad es el camino para cultivar mi libertad. Si tengo que esclavizar mi vida con un montón de demanda, de exigencias económicas, tengo que gastar mucho tiempo en mi vida en mantener esas cosas. Y así, lo que es aparente sacrificio, en el fondo es el cultivo de ser libre. Ahí entendí aquella afirmación bíblica de que el hombre feliz no tenía camisa. Si la agarramos al pie de la letra diríamos que el hombre feliz vive en un país tropical. No. Yo no hago apología de la pobreza, hago apología de sujetarse a lo imprescindible y necesario. Sacarse de encima una cantidad de cosas que son funcionales de la sociedad consumista, que es una forma cultural coherente con la acumulación de la riqueza contemporánea.

—La BBC se cuestionaba una vez si era ateo o no porque le dedicó una misa a Hugo Chávez, pero escuchándole parece usted un papa hablando. Imparte doctrina espiritual.

—Es que no se puede apartar la filosofía de la política, ni de economía. Si medimos el progreso de una sociedad solo por supervivir, y al lado no nos preguntamos si la gente vive más feliz, porque, todo lo que hacemos es para tratar de que la vida humana no sea una cuenta de sacrificio.

—¿Qué le falta por ver?

—El más allá.

—¿Y eso, lo va a ver? ¿Cree que hay un más allá o se acaba en esta vida?

—No lo creo. No creo en el más allá. Pero lo respeto. El hombre es un bicho utópico. Tiene que inventar cosas en las que creer para poder vivir.

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