Diario de León

OPINIÓN Fernando Pajares

La apuesta más peligrosa

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Tan clara es la intención del primer ministro británico, Tony Blair, de meter a su país en la guerra contra Irak como evidente que se juega, con ello, su carrera política. Para empezar, esta misma semana Blair tendrá muy probablemente que sustituir a su ministra de Cooperación Internacional, Clare Short, quien ha amenazado con dimitir en caso de que el Reino Unido ataque Irak sin mandato expreso de la ONU. Y si se produce esta autorización por parte de Naciones Unidas, lo más probable es que la ministra Short salga igualmente del Gobierno, sobre todo porque su amenaza de dimisión pilló por sorpresa al primer ministro que la nombró. Pero salvo que en esta ya última hora se produzca un milagro -por definición improbable-, habrá una nueva guerra en el Golfo Pérsico y allí estarán, metidos hasta el cuello, casi 45.000 soldados británicos, una cuarta parte de las Fuerzas Armadas del Reino Unido. Esta habrá sido la apuesta más peligrosa de uno de los políticos más brillantes en la historia de este país. Tony Blair lo tiene todo y todo lo puede perder. En política es muy infrecuente poder gobernar con una holgada mayoría absoluta en el Parlamento, una situación económica bastante aceptable y, en fin, una oposición que está por los suelos y sin el menor aspecto de levantar cabeza. Esto es lo que tiene hoy Tony Blair, por lo demás un hombre joven (49 años) al que todo el mundo reconoce su gran oratoria, su notable capacidad de trabajo y su entrega apasionada a unas convicciones políticas que lo han llevado -y mantenido- en el poder. El problema está, de todas formas, en que el británico, europeo al fin, es un pueblo que, en política, matiza más que el americano. En esta crisis ha demostrado una capacidad de análisis y una actitud crítica notables, tanto en el Parlamento como en la calle. Hay que pensar en la manifestación pacifista del 15 de febrero. Más de un millón de personas en Londres es mucha gente para ser Londres. Y hay que recordar la «rebelión» parlamentaria del 26 de febrero, cuando 121 diputados laboristas plantaron cara a Blair al votar contra la guerra. Hay, por fin, que considerar que, según todas las encuestas, más de un setenta por ciento de los británicos han manifestado que no quieren que el Reino Unido se meta en un conflicto bélico sin el visto bueno de Naciones Unidas. El propio Blair ha reconocido que se enfrenta a la decisión más grave y más arriesgada de su vida. La guerra en Irak, cada día más probable, tendrá, como todas las guerras, algo de impredecible. Se saben cuándo y cómo empiezan pero no cuándo y cómo acaban. A este albur está ligado el futuro político del primer ministro británico.

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