OPINIÓN
Peligro antiaéreo
LA PÉRDIDA del dominio aéreo en Irak supondría un duro golpe para la capacidad operativa de los norteamericanos. Simplemente, la falta de tranquilidad por la amenaza cierta que supone la posesión de utilización de misiles antiaéreos de última generación, provocará un notable entorpecimiento de la proyección de las fuerzas estadounidenses, lo que equivaldría a una menor eficacia militar. La estrategia de actuar como si nada hubiera cambiado tras el derribo de los dos últimos aparatos, con la muerte de 21 marines, se antoja así un tanto temeraria. La cuestión es clara a la hora de medir la capacidad de la resistencia iraquí, bien sean los adeptos al dictador Sadam Husein, bien sean los terroristas mercenarios de Al Qaeda, quienes han acudido al olor del caos para hacerse con armas sofisticadas. Se sabe que con dinero todo se puede comprar en el mercado negro, aunque tras el 11 de Septiembre la oferta internacional de armas convencionales, sobre todo las de última generación, en este caso misiles antiaéreos, se controlaba férreamente por las agencias de seguridad occidentales. No sería una sorpresa que hubiera alguien en el mundo que esté dedicándose al doble juego para obtener beneficios económicos y políticos a la vez. Todo es posible en esta complicada posguerra iraquí donde la administración Bush tiene que hacer frente cada día a una revelación comprometida y, lo que es mucho más grave, al relevo de la totalidad de sus efectivos en Irak para evitar que las críticas en público que realizan los soldados y sus familiares sin ningún tipo de rubor y medida se pueda convertir poco a poco en una pequeña sublevación. El peligro de esta debilidad en las tropas occidentales refuerza a los terroristas. La tensa situación en la zona de operaciones de los soldados españoles, o la muerte de un oficial polaco, nos recuerdan que en el polvorín iraquí nadie está a salvo, sobre todo si se registra además una lucha por el poder interno entre los chiítas.