Diario de León
Publicado por
MANU LEGUINECHE
León

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LOS DICTADORES de las repúblicas bananeras prometen que morirán con las botas puestas. Ninguno lo hace. Dejan atrás el caos. Jean-Bertrand Aristide no ha sido una excepción a la regla. Hay algunas reflexiones que hacer con su salida después de tres semanas de rebelión. Es una buena noticia que se vaya tras haber decepcionado a gran mayoría de un pueblo, uno de los más pobres del mundo, que creyó en él y le votó. Es mala noticia que se haya ido sin cumplir con su mandato. Le quedaban dos años de presidencia. Porque este sistema de rebelión-caída de dictador (democráticamente elegido, aunque con trampas) no es una buena receta para la democracia. Ya ha ocurrido, sin irnos más lejos, en Bolivia, en Argentina y podría ocurrir en Perú, aunque no es probable, con Alejandro Toledo. ¿Y ahora, qué?. Lo que se preveía. Haití arranca de cero otra vez. Cada uno de los rebeldes, los armados, ese lumpen proletariado de ejércitos privados, narcos, criminales etc... reclamará su parte del botín de la victoria. Así ha sido tradicionalmente en Haití. El cambio es una ocasión para robar. A la división normal, creoles contra mulatos que hablan francés y dominan la economía, se ha venido a añadir este crucigrama de ex jefes de policía de Aristide, de ejércitos caníbales y bandas de matones. En este panorama de anarquía el grupo civil de los 184 emerge como única fuerza estabilizadora, si es que la dejan actuar y si es capaz de actuar con disciplina. Un gobierno de unidad nacional sería el modelo mejor en estas circunstancias, pero vaya usted a saber. ¿Los «caníbales» y sus adláteres quieren gobierno, quieren unidad nacional?. La tendencia es a querer lo que consideran suyo, las arcas de un Estado que acaba de cumplir doscientos años de independencia. O lo que queda del botín. Este pobre país es una completa desgracia. Aristide tiene su dinero en Estados Unidos. Es posible que el pacto final haya consistido en que viaje primero a República Dominicana para salvar el pellejo, pero que tarde o temprano recale en EE. UU., que es donde terminan por instalarse todos estos tiranos de opereta. Al colgar los hábitos, al ser expulsado de su orden, Aristide se casó con Mildred, una lista abogada estadounidense, su enlace con el «caucus» negro, que siempre le apoyó. Ella será quien los organice el segundo exilio. Ya no habrá vuelta de hoja, un regreso. Ha sido una nueva oportunidad perdida.

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