Diario de León

| Reportaje | A dos semanas de las urnas |

La resistencia dicta la agenda

La insurgencia amenaza con un baño de sangre y Estados Unidos rebaja sus expectativas. A quince días de las elecciones todo son incertidumbres en Irak

Publicado por
David Beriain - redacción
León

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«Trabajamos como trabajaban antes en Irak los partidos de la oposición. Ocultos, escondiéndonos en ciertas casas, reuniéndonos en sitios que nadie conoce. Sin que nadie sepa lo que hacemos». El que habla no es un miembro de la resistencia iraquí, ni un islamista extranjero venido a luchar contra los invasores. El que habla es un joven bagdadí que trabaja para la comisión electoral de la capital por 200 dólares al mes (un sueldo bastante alto para Irak). Amenazados, secuestrados y asesinados por los insurgentes, los 6.000 hombres y mujeres que preparan el proceso electoral para dentro de dos semanas se han convertido en Irak casi en un movimiento clandestino. Si votar va a ser jugarse la vida, organizar el voto es casi suicida. Este joven suní, al que hace unos días entrevistaba The New York Times , ha perdido ya a varios compañeros, asesinados en plena calle y a plena luz del día, muchas veces delante de testigos que no hicieron nada por salvarlos. Para volver a casa toma el camino largo y llega después de medianoche, esperando que los hombres extraños que vigilan su casa y que hacen preguntas a los vecinos se hayan cansado y se hayan ido. Su familia le pide que dimita. No sería, ni mucho menos, el primero. De hecho en varias zonas no hay personal suficiente. Esta semana, la comisión electoral en pleno de la provincia de Al Anbar (dentro de la que se encuentran ciudades como Faluya o Ramadi) renunció en medio de amenazas de muerte. Incluso el propio primer ministro Iyad Alawi ha reconocido que la celebración de los comicios en esta provincia o en Mosul será muy díficil porque no hay «suficiente seguridad». Ayer los insurgentes paseaban impunes por las calles de Ramadi con las armas en la mano y dispuestos a atacar a los norteamericanos. En Mosul no se podía ver la propaganda electoral porque no hay nadie que se atreva a ponerla. La policía huyó hace ya más de mes y medio de las comisarías. Faluya sigue siendo una escombrera sin apenas suministro de electricidad donde se sigue, a día de hoy, enterrando los cadáveres que dejó la ofensiva de EE.?UU. En Bagdad la situación no es mucho mejor. Algunas zonas periféricas de la capital han sido declaradas «nogo areas (zonas a las que no se debe ir)» A quince días de las elecciones, queda claro que no es ni Estados Unidos ni el Gobierno iraquí, sino la resistencia, quien tiene la iniciativa. De momento, los insur-gentes ya han conseguido hacer calar la idea de que participar en el proceso, sea de la forma que sea, puede salir caro. Y amenazan con provocar un baño de sangre el día 30. Si esa es su intención, no hay mucho que se pueda hacer por evitarlo. Cada uno de los 5.200 colegios electorales será un blanco. Ni el Ejército estadounidense -a pesar de que se ha reforzado con 15.000 efectivos de cara a las elecciones- ni las mal entrenadas fuerzas de seguridad iraquíes tienen capacidad suficiente para garantizar la seguridad de cada uno de ellos. El centrarse en las áreas suníes no es una idea válida porque se teme que los ataques se dirijan contra kurdos y chiíes en el norte y en el sur del país, como ha ocurrido en los últimos días. En Washington, con estas perspectivas, ya han empezado a lavarse las manos, por lo que pueda pasar. Según publicaban varios medios norteamericanos se empiezan a barajar estimaciones de muertos altas para el día de las elecciones. Todo lo contrario que las cifras de participación, que en algunas zonas suníes pueden ser ridículas y quitarles toda legitimidad a los resultados. Ya lo avisaba un dirigente suní esta semana: si los resultados son injustos a los ojos de los suníes y el poder que se crea los deja de lado, estaremos en un camino seguro hacia la guerra civil.

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