«Todo el mundo me preguntaba si había matado a alguien»

Casi todos los militares con los que estamos se han casado e incluso son padres, pese a no contar con más de 20 o 21 años. El último en morir tenía 19. «La vida del soldado es rápida. Tienes prisa por hacerlo todo antes de venir a la guerra por si te matan», dice el sargento B.. Para él también es su segunda misiónen Irak. Lo iba a dejar, pero no pudo adaptarse a la vida civil. «Durante mi primer viaje me tocó ver morir a varios compañeros. Una vez estuvimos una hora recogiendo trozos del cuerpo de uno de mis mejores amigos. Cuando llegué a casa, trataba mal a todos y me metía en todas las peleas que podía. Ahora sólo quiero vivir tranquilo con mi mujer», dice. A J. el retorno tampoco se le dio bien. «Al volver, todo el puñetero mundo quería saber si había matado a alguien. Era lo único que me preguntaban». Y sigue fumando un cigarrillo tras otro. «No me da miedo morir. Sólo quiero que si tiene que suceder, pase rápido. Les he dicho a mis chicos que si me quedo sin piernas o sin pene, que me peguen un tiro. No quiero volver así», dice.