Diario de León
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c.c. | madrid

Sin duda, Petra es el punto central de una visita a Jordania, como las que diseña la agencia mayorista Politours.

Pero como ocurre, por ejemplo, con las óperas, a veces la obertura impresiona más que la trama central.

Así ocurre en cierto modo en Petra cuando se llega al comienzo del impresionante Siq, que al principio parece un corto paso entre rocas y pronto se descubre como una inmensa grieta en la piedra de arenisca que se abre a lo largo de un kilómetro y medio entre profundos acantilados que en ocasiones ofrecen 200 metros de altura y sólo cuatro de ancho.

Y al final del camino está Petra y, como primera imagen de lo que luego espera, nada menos que la fachada impresionante de El Tesoro. Unos metros antes, las parejas se cogen de la mano emocionadas, los grupos guardan silencio, los pasos se aminoran hasta conseguir que, como un telón que estuviera descorriéndose, los dos abismos de piedra vayan aumentando el hueco y dejen paso al escenario.

Por mucho que se haya visto, que se haya imaginado, que se haya soñado, la primera visión de la fachada terrosa y rosada de El Tesoro con sus relieves carcomidos por el tiempo, la lluvia y el viento, sus columnas corintias, sus hornacinas que contienen esbozos de figuras, sus capiteles... todo ello ganado pacientemente a la piedra por manos nabateas deja un poso de asombro difícil de superar. Un buen conocedor de estas tierras, Lawrence de Arabia, aseguró: «Nunca sabrás qué es Petra realmente, a menos que la conozcas en persona».

Petra se menciona en el Antiguo Testamento bajo varios nombres, y se cuenta que durante el Éxodo, Moisés y los israelíes atravesaron el área de Petra en Edom. La tradición local afirma que el manantial de Wadi Musa es el lugar en el que Moisés golpeó una roca de la que salió abundante agua».

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